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“Prefiero mi país, pero donde salga el trabajo hay que ir”: albañil que escapó de Ucrania a Ecatepec

En las últimas semanas, la herrería “El Parque” parecía alfombra roja. Los vecinos buscaban al famoso albañil de Ecatepec que escapó de la invasión rusa.

Jannet López Ponce Ecatepec, Estado de México /

Ecatepec no tiene las construcciones emblemáticas ni los paisajes de Kiev en Ucrania, de Budapest en Hungría o de Bucarest en Rumania, pero tiene tortillas recién hechas con salsa de molcajete, cocas frías y los abrazos de la familia. Jesús, el albañil mexiquense que logró huir de la invasión rusa tiene claro cuál país prefiere: el suyo. No sólo por estar lejos de las bombas y la guerra, sino porque dice “es mi tierra, mi hogar, mi pueblo, ora' sí que es mi sangre”.


Jesús pasó de estar cerca del histórico Monasterio de Las Cuevas en Kiev, con más de mil años de antigüedad, a tener como vista en la azotea de su casa la enorme cruz chueca de la iglesia de su colonia que, por momentos, pareciera que va a colapsar.

“Me vieron y dicen que me hice famoso y les digo ‘pues famoso, pero sin dinero’, pero estamos echándole los kilos, en el trabajo estamos puestos, ellos ya me conocen a mí y yo a ellos, ya saben cómo trabajo y aquí estamos”.

MILENIO/TELEDIARIO visitó a Jesús en su herrería, después de tres semanas de haber regresado en el segundo vuelo de rescate que envió el gobierno federal para los mexicanos que quedaron atrapados en el conflicto armado.

“Como le había contado en el avión, conocí a un ucraniano que hablaba un poquito el español y me comentó que me fuera a su país y no le pregunté ni nombre ni nada, me fui. Y sí nos iba a pagar más, que sí se ve que era más gente el muchacho, nos llevó en su camioneta y todo, pero yo no sabía a lo que estábamos expuestos y pues, ya ve, me tuve que regresar con las manos vacías”.

El trato era por 250 mil forintos, unos 15 mil pesos mexicanos, de los que al llegar la guerra no vio ni un centavo. Cuenta que aceptó el trabajo porque su jefe en Hungría era “un patrón pésimo, un horrible señor, muy cacique con los mexicanos”, pero tras cumplir un mes en el nuevo trabajo ucraniano, llegó lo que Jesús insiste en llamar “la sorpresa”: los bombazos.


Intenta retomar su vida en Ecatepec. pero no le ha sido fácil, tuvo que pedir un préstamo para poder comprar material para la herrería. Lo que gana lo abona a la deuda y le queda poco para comer, pero por los intereses, hoy debe el doble de lo que pidió prestado.

“Vendí unas cosillas que tuve que vender para irme y ahora tengo más deudas, pedí ocho mil pesos y ahora los tengo que pagar. Y agradezco a la gente que me conoce, a mi familia que me apoyaron con la comida, los gastos, de hecho no tengo carro, ahorita voy a ir con mi hija para que me preste el carro para ir a buscar un trabajo e ir a comprar pintura para pintar este cancel”, dice mientras lija con esmero un cancel que está por entregar.

Pide a su chalán que le traiga una coca bien fría, pone música en su bocina con luces de colores y empieza a soldar. Por momentos se sienta a descansar, se sirve refresco en un pequeño vaso, se lo toma de un trago sin pausa y termina con el clásico “¡aahh!”, que da por sentado que le cayó de maravilla:

“Allá, con ese patrón que le digo, nada de que uno pudiera sentarse a tomarse un vaso de refresco eh, nada, allá no somos mexicanos, somos máquinas. Yo prefiero mi país, más por la comida, la salsa que pica”.

Creen que tengo fama y dinero; ahora tiene una oferta en Canadá

En las últimas semanas, la herrería “El Parque” parecía alfombra roja. Los vecinos buscaban al famoso albañil de Ecatepec que escapó de la invasión rusa y que apareció en todas las televisoras.

Las mujeres lo invitaban a salir, pero algunas se decepcionaban cuando descubrían que Jesús regresó con las bolsas vacías: ni leus rumanos, ni forintos húngaros, ni euros, ni dólares, ni pesos ni centavos.

Pero Jesús no desaprovecha su aventura y le agrega un toque de fantasía: en su teléfono presume una fotografía que asegura, él mismo tomó cuando comenzaron a reclutar a los ucranianos que irían al frente de la guerra.

“Que le tomo una foto a éste y hasta me quitaron de ahí de en medio, ya puro señor ya grande de ahí de Ucrania, de la guerra. Muchachos jóvenes que querían salir y ya no salían, les decían ‘no, tú no’ y ¡pum! Le daban con el fusil 'órale vete'”.

Al preguntarle quién tomó la fotografía, asegura que él, que “entraron a buscarlos para que le entraran, ahora sí que le entraran al campo” y que a él hasta lo empujaron, aunque en realidad, la imagen es de una agencia de noticias internacional que apareció en decenas de medios de todo el mundo. Él insiste en su autoría.


Y se aventura a decir que “si me dicen a mí pues le entro a la guerra, ¿qué? ¿Cuál es el problema? Nomás que me den la residencia y ya está”.

Jesús tiene una anécdota más: las mujeres lo buscan porque creen que regresó con mucho dinero, pero que lo desprecian cuando descubren que lo que tiene en realidad, son sólo deudas:

“Me dice una muchacha ‘seguro traes los dólares’, pero sí le explico ‘¿cuáles dólares si allá no pagan en dólares, son forintos’, y le digo ‘¿a poco no me has visto en la tele, en las noticias o en el YouTube?’, le enseño el video y le digo ‘fíjate bien, soy yo’; y me dice, ‘¿y a dónde me vas a invitar, pues?’, le dije que a donde quisiera pero empezó a preguntarme que cuánto traía de dinero y en cuanto le dije que no traía nada, que ni me pagaron, la busqué para ya invitarla a salir y nada, ya nada, ¡creo que hasta me bloqueó!, creen que tengo dinero, pero pues así es la vida, y yo me siento bien, está quedando en ella”. Hoy Jesús busca reestablecerse económicamente.

Agradece que lo buscan más, ahora que su trabajo tiene un toque europeo, hasta una oferta laboral tiene en Canadá que aún no decide si aceptará y una invitación para volver a Budapest a una entrevista todo pagado, pero cree que es muy rápido para regresar. Aunque reconoce que eso del empleo internacional, no está mal, eso sí, siempre y cuando no haya una guerra que lo obligue a regresar.

"Ahora sí que, donde salga el trabajo hay que ir, ¡así sea en otro mundo, hay que ir!".


ZNR

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