“Las hijas de la pandemia” hablan del placer de la lectura
Durante la pandemia por el covid-19, un grupo de mujeres escritoras tejieron una red de solidaridad, donde coincidían en el gran placer que les produce la lectura.
Paulina Vieitez abrió la conferencia: “Literatura en la pandemia: el libro, un placer redescubierto”, la cual tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). La charla giró en torno a las vivencias de un grupo de mujeres escritoras, las cuales se autodenominan “Las hijas de la pandemia”.
Durante la charla, seis mujeres hicieron uso de la palabra para compartir el porqué a cada una de ellas les causaba placer la lectura y cómo fue redescubrir este gozo en medio de una pandemia.
Cárcel domiciliaria
Victoria Dana dijo que fue en su adolescencia cuando nació su placer por la palabra, “la lectura me permitía escuchar otras voces que me acompañaban en mi soledad”. Tal como confesó, su necesidad de ser aceptada la condujo al placer de dar, “hay un lugar para cada uno en los brazos del otro”; el amor por su pareja y por su bebé la llevaron a escribir páginas de un mismo libro, al estar ellos en su vida, narrar se convirtió en un imperativo.
Para Dana el libro es un placer y la llenaba de dicha saberse leída, encontrarse con lectores que habían escuchado su voz, hasta que llegó la pandemia “la cárcel domiciliaria”, fue entonces que las reuniones solo podían ser a través de una pantalla, y sintió el devenir del tiempo, las opciones agotadas y la clausura del placer. Le hacían falta los abrazos de sus nietos, vivía el libro en blanco al ver la vida pasar, sin embargo ese estado fue lo que propició que se tejieran nuevas redes y un nuevo capítulo, el de “Las hijas de la pandemia”.
Estampas de placer
La participación de Mónica Hernández fue sobre el placer en la intimidad y mencionó que en la vida a veces existen huecos de placer porque lo peor que le puede pasar en la vida es no vivirla. Sin embargo la autora sostiene que en la pandemia las personas redescubrieron chispas de placer, en su caso: tomar un baño largo, beber un buen vino, un té inglés o acariciar al perro. Su lectura entonces se desarrolló con ansiedad, los libros se volvieron su familia y los clubes de lectura eran un motivo más para las “estampitas de placer” que colecciona.
La escritora confesó que se muerde las uñas y que al inicio de la pandemia se protegía de las noticias del exterior, haciendo lo que mejor sabe hacer para exorcizar a sus demonios: escribir. “Leer, como sentir una caricia, es un placer íntimo; hoy tengo placer porque estoy rodeada de amigas”, afirmó Mónica.
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Un lugar sensual
“La pandemia nos regalo sabernos vulnerables y efímeros” Ligia Urroz.
Cuando una persona es sensible al extremo llora tanto de tristeza como de dicha. Ella elige habitar el lugar de la sensualidad, donde el primer sorbo de café “es la mar de sensual”, al igual que la lectura.
La escritora sostiene que los libros tienen la capacidad de teletransportación sin tener que usar cubrebocas, y gracias a ellos uno puede aprender empatía y solidaridad. Urroz mencionó que “Las hijas de la pandemia” son material sororo, “nos leemos y acompañamos”.
Aprendizaje permanente
Paulina Vieitez en la pandemia encontró placer en la compañía y en compartir su cama con sus seres queridos. Relató la enorme dicha que le produjo que su madre pasara unos meses viviendo con ella, que su hija de 14 años la buscara más constante para pasar un rato juntas, para “acurrucarse en la cama”. Vieitez sentía felicidad al despertar todos los días con videollamadas de hijo que vive en Italia y la presencia de su esposo, compañero de vida.
Todas estas vivencias que fueron posibles por la pandemia, aunado al hecho de haber conocido al grupo de escritoras, de las que dice hay un aprendizaje permanente y un abrazo con la literatura para entender mejor la vida; la motivaron a escribir un poema que leyó durante la conferencia en la FIL.
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El gozo de leer
Rayo Guzmán habló de su relación con los libros, del “hedonista acto de sentarse en un lugar tranquilo y experimentar el gozo de la lectura”. En primer lugar el placer no se encuentra por obligación, por ello lamenta que en las escuelas no siempre apliquen las mejores estrategias para promover la lectura.
En el caso de la escritora, su gusto por la lectura la condujo al placer de la escritura. La pandemia la encontró sentada con la página en blanco. Los libros se convirtieron en el pasaporte para mirar otros horizontes. Leer durante la pandemia ha sido una de las tres actividades que han ayudado más a la población, aseveró la escritora. Si bien, “Las hijas de la pandemia” fueron su lugar seguro durante la crisis sanitaria, desea que ese placer lo experimenten para siempre.
Fuera de serie
Por último, Gabriela Riveros comparó el arranque de la pandemia en marzo del 2020 con una novela distópica, pues nunca nadie se habría imaginado vivir el confinamiento. Acostumbrados a una vida globalizada, el fenómeno de la cuarentena era inverosímil, remarcó la escritora. Para los que se dedican a las letras, el confinamiento es algo normal, según Riveros, pero lo que no era normal era tener la “casa tomada” y que el trabajo que se haya triplicado.
Fue en ese tiempo que descubrió una nueva comunidad de mujeres escritoras que durante meses, cada una desde su trinchera, es decir, desde el rectángulo pequeño de la videollamada compartían sus experiencias lectoras, formaron clubes de lectura, hablaban con pasión por las buenas lecturas y hasta tenían tiempo para charlar sobre sus emociones y de las historias que las habitan.
Afirmó que la literatura permite vivir una vida más plena, más completa; y que como todo acto de resistencia, la lectura la llevó a conocer a personas fuera de serie como “Las hijas de la pandemia”.
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