Con empate entre Tigres y Mazatlán, regresa el futbol
Un partido lleno de fallas y un marcador en ceros fue lo que se vio esta noche en el Estadio Akron, luego del largo parón por el covid-19.
Tanto Mazatlán FC como Tigres encontraron en el inesperado regreso a las canchas el pretexto perfecto para su falta de contundencia. Todas las fallas estaban respaldadas por la falta de ritmo y de futbol que experimentaron ambos equipos debido a la larga pausa por la contingencia sanitaria por covid-19, sobre todo uno que experimentó una extraña mezcla de nacimiento y transformación.
Todos juzgaban a la distancia. La ausencia de público en el Estadio del Guadalajara le agregaba otro ingrediente a un partido que se antojaba fuera de tiempo y en condiciones nunca antes vistas en el futbol mexicano. La tecnología se hizo amiga de todos pues no había opciones de caminar al estadio o escuchar las reacciones afuera del inmueble; la televisión era el único acceso a este duelo.
Eduardo Vargas y André Pierre-Gignac, caracterizados por su precisión de cara al arco contrario, se perdieron tres goles en los primeros 20 minutos del partido. Primero el chileno, que apeló a la envidia, engañó a Miguel Fraga pero aún así estrelló el esférico en el arquero, ante la incredulidad del francés y de su propia experiencia.
Nahuel Guzmán demostró que los únicos inmunes al parón eran los arqueros. Al minuto 40, Guzmán se elevó para evitar el primer gol en la historia del Mazatlán FC; después de tocar su mano, el balón dio en el travesaño y se negó a entrar una vez más.
El segundo tiempo trajo más de lo mismo. Javier Aquino, hombre de experiencias olímpicas y mundialistas, se inscribió en la lista de las oportunidades claras desperdiciadas; no pudo con Sebastián Sosa y tras un par de rebotes el balón volvió a dar en el mismo travesaño del minuto 40.
La suerte de Fernando Aristeguieta terminó siendo la misma que la de todos los anteriores. Al 73’ lanzó un cabezazo que dio en el poste izquierdo del guardián de Tigres. Seis minutos más tarde, una pena máxima que parecía clara fue inexistente en los ojos del árbitro. Nadie convivía lo suficientemente cerca con el gol.
El futbol regresó a medias: sin aficionados, con jugadores que se rehusaban a ser los mismos de antes, y con un destino que evitaba a toda costa que llegara el elemento que todos habían extrañado: el gol.
CGE
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