El descenso de 1996: sí, fue Rayados
Han pasado 24 años, y los aficionados de Tigres siguen negándose haber sufrido ese último empujón de parte de los Rayados.
El 24 de marzo de 1996 yo ni siquiera había nacido. Pongo esto antes que cualquier otra cosa por si eres de mente cerrada, tienes algún prejuicio con las personas de mi generación y cosas similares, es mejor que sepas que tengo 23 años y no, no viví esas temporadas, ni el año en Segunda, mucho menos observé partidos de Tomás Boy, Barbadillo, Batocletti y todos esos primeros héroes de Tigres.
Cuando empecé a ver fútbol de manera consciente, eran épocas grises para el fútbol regiomontano. Parecía un gran logro entrar a una liguilla. ganar el Clásico todavía era un mérito salvador de temporada, y de que Tigres había descendido yo no estaba tan enterado, pero cada que se acercaba la fecha había mucha carrilla al respecto en radio y televisión, ahí apenas me enteraba.
Para ponerle sal y limón a la herida, el partido de despedida fue ante Rayados, y según palabras de Sergio Verdirame, atacante argentino que anotó gol esa tarde, “entre menos lo acepten los Tigres, más lo festejan los Rayados”, porque siempre ha estado esa constante lucha de argumentos de “no nos descendió Monterrey”, “ya estábamos en segunda prácticamente”, “fue el Morelia”, entre muchas otras cosas, pero a final de cuentas, el que dio el último empujón, fue La Pandilla.
En este tipo de situaciones, el orgullo siempre gana. “La CONCACAF no vale”, “no nos mandaron al descenso”, y parece que entre más se mueven para rechazar esos ridículos y fracasos, la herida se abre más, y arde como la primera vez.
Han pasado 24 años, y siguen negándose haber sufrido ese último empujón de parte de los Rayados, y evidentemente la gente de Monterrey goza esa dicha de hacer sufrir al rival, el fracaso ha acompañado gran parte de la historia de Tigres. Entiendo que se ganó pronto una Copa, dos ligas, pero hubo mucho tiempo de temporadas grises, un descenso, finales perdidas en el Volcán y, hasta el día de hoy, el constante fracaso en torneos internacionales y una medalla de lágrimas que te dio la final perdida de Copa Libertadores.
Sé que hay mucha gente pensando “Rayados no nos mandó a segunda, dicen eso porque no tienen nada que festejar”, y la lista de muestras de vergüenza y negación por la situación es extensa, y no los culpo, no es algo fácil de asimilar.
El 10 de diciembre del 2017 parecía que todo estaba olvidado, que ganar una final de liga en el BBVA tapaba cualquier cosa del pasado e iba a funcionar para que acepten ese doloroso hecho. Evidentemente el problema de Tigres fue de varias temporadas, no de un partido, pero ese último empujón fue doloroso. Quizá no pondrían tantas excusas si el del último golpe hubiese sido Celaya, Cruz Azul, Atlante, Toros Neza o cualquier otro, tal vez lo hubiesen aceptado, pero como es Monterrey se trata de una situación eternamente incómoda.
Todo lo negativo, o al menos la mayoría de los casos, puede tener cosas positivas. En la situación del descenso a Primera A, a donde Rayados mandó a Tigres, se comprobó la fidelidad de la afición, algunos futbolistas llegaron y se afianzaron al equipo estando en la segunda categoría, hubo cambios importantes en la administración del equipo, se cerró un ciclo de los difíciles años 90´s y comenzó a vivirse una situación diferente de desde entonces.
Los fracasos se sufren, se lloran, pero también ayudan a aprender y se valoran, porque sin las pérdidas no seríamos lo mismo, en cualquier aspecto de la vida. Sí, Monterrey fue el que dio ese último empujón para que Tigres perdiera la categoría, ya fue hace 24 años, es buen momento de soltar y de aceptar, por más que arda, por más que duela, a final de cuentas, la Copa del Apertura 2017, descansa en el Volcán.
El 24 de marzo de 1996 yo ni siquiera había nacido. Pongo esto antes que cualquier otra cosa por si eres de mente cerrada, tienes algún prejuicio con las personas de mi generación y cosas similares, es mejor que sepas que tengo 23 años y no, no viví esas temporadas, ni el año en Segunda, mucho menos observé partidos de Tomás Boy, Barbadillo, Batocletti y todos esos primeros héroes de Tigres.
Cuando empecé a ver fútbol de manera consciente, eran épocas grises para el fútbol regiomontano. Parecía un gran logro entrar a una liguilla. ganar el Clásico todavía era un mérito salvador de temporada, y de que Tigres había descendido yo no estaba tan enterado, pero cada que se acercaba la fecha había mucha carrilla al respecto en radio y televisión, ahí apenas me enteraba.
Para ponerle sal y limón a la herida, el partido de despedida fue ante Rayados, y según palabras de Sergio Verdirame, atacante argentino que anotó gol esa tarde, “entre menos lo acepten los Tigres, más lo festejan los Rayados”, porque siempre ha estado esa constante lucha de argumentos de “no nos descendió Monterrey”, “ya estábamos en segunda prácticamente”, “fue el Morelia”, entre muchas otras cosas, pero a final de cuentas, el que dio el último empujón, fue La Pandilla.
En este tipo de situaciones, el orgullo siempre gana. “La CONCACAF no vale”, “no nos mandaron al descenso”, y parece que entre más se mueven para rechazar esos ridículos y fracasos, la herida se abre más, y arde como la primera vez.
Han pasado 24 años, y siguen negándose haber sufrido ese último empujón de parte de los Rayados, y evidentemente la gente de Monterrey goza esa dicha de hacer sufrir al rival, el fracaso ha acompañado gran parte de la historia de Tigres. Entiendo que se ganó pronto una Copa, dos ligas, pero hubo mucho tiempo de temporadas grises, un descenso, finales perdidas en el Volcán y, hasta el día de hoy, el constante fracaso en torneos internacionales y una medalla de lágrimas que te dio la final perdida de Copa Libertadores.
Sé que hay mucha gente pensando “Rayados no nos mandó a segunda, dicen eso porque no tienen nada que festejar”, y la lista de muestras de vergüenza y negación por la situación es extensa, y no los culpo, no es algo fácil de asimilar.
El 10 de diciembre del 2017 parecía que todo estaba olvidado, que ganar una final de liga en el BBVA tapaba cualquier cosa del pasado e iba a funcionar para que acepten ese doloroso hecho. Evidentemente el problema de Tigres fue de varias temporadas, no de un partido, pero ese último empujón fue doloroso. Quizá no pondrían tantas excusas si el del último golpe hubiese sido Celaya, Cruz Azul, Atlante, Toros Neza o cualquier otro, tal vez lo hubiesen aceptado, pero como es Monterrey se trata de una situación eternamente incómoda.
Todo lo negativo, o al menos la mayoría de los casos, puede tener cosas positivas. En la situación del descenso a Primera A, a donde Rayados mandó a Tigres, se comprobó la fidelidad de la afición, algunos futbolistas llegaron y se afianzaron al equipo estando en la segunda categoría, hubo cambios importantes en la administración del equipo, se cerró un ciclo de los difíciles años 90´s y comenzó a vivirse una situación diferente de desde entonces.
Los fracasos se sufren, se lloran, pero también ayudan a aprender y se valoran, porque sin las pérdidas no seríamos lo mismo, en cualquier aspecto de la vida. Sí, Monterrey fue el que dio ese último empujón para que Tigres perdiera la categoría, ya fue hace 24 años, es buen momento de soltar y de aceptar, por más que arda, por más que duela, a final de cuentas, la Copa del Apertura 2017, descansa en el Volcán.
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