Muerte de niño que comió de un vertedero representa la pobreza extrema que se vive en Venezuela

Rudy José Arzolar Olivero, de 47 años, es un hombre que vive en el oriente de Venezuela, y que desde hace semanas llora por la muerte de uno de sus siete hijos debido a que ingirió basura en un vertedero cerca de su casa.

Desde su humilde hogar en el sector Las Delicias de Caicara de Maturín, Arzolar dijo que su hijo de 12 años podría estar vivo, pero el hospital al que solicitaron ayuda, no atendió correctamente al menor, por lo que el 7 de abril falleció.

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Como es habitual en este sector de Venezuela, Rudy fue con su familia al vertedero local para recoger vidrio, plástico y hierro para después venderlo por unos cuantos bolívares para subsistir. Sin embargo, en ese tiradero también buscan qué comer.

“Aquí no hay trabajo”, dice el padre de Manuel, el niño que murió. “Yo me vine para mi casa y mis hijos se quedaron. Poco después, mi hija vino corriente y gritando ‘papi, creo que Manuel está envenenado porque está tirado en el suelo sin poder moverse’”.

La muerte de Manuel habla de la pobreza extrema en la que muchas familias de Venezuela viven desde que inició la crisis económica que golpea al país desde hace 10 años.

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Los médicos del centro hospitalario de Caicara ordenaron que Manuel fuera llevado al Hospital Manuel Núñez Tovar de Maturín con una orden que solicitaba que le hicieran un segundo lavado estomacal urgente, ya que el menor estaba perdiendo el pulso y no dejaba de convulsionarse.

“Yo pedí que le hicieran otro lavado y no se lo hicieron, pese a que les entregué la orden que me habían dado. Sólo lo pusieron en una camilla y luego murió cuatro horas después”, dijo Ana García, hijastra de Arzolar.

Entre 2013 y 2021, la economía venezolana se redujo en más de un 75 por ciento y al menos siete millones de personas han salido del país, una cantidad que resulta ser el cuarto de la población total de la nación petrolera.

Arzolar narró que recientemente intentó buscar trabajo en la alcaldía, pero que no aceptó al darse cuenta de que ganaría más recogiendo en el vertedero que los dos dólares que le ofrecían como sueldo.

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