Carlos Martín Bringas, un espíritu en libertad
La entrega a su familia, a sus amigos y a su trabajo consolidaron la vida del torreonense Carlos Eduardo Martín Bringas.
Miembro de una dinastía prominente de empresarios laguneros que fundaron Organización Soriana, dirigida por su hermano Ricardo Martín Bringas.
Quienes lo conocieron, sabían de su carácter alegre y del espíritu que desde niño mostró y que privilegiaba la libertad más que las cuatro paredes de una oficina, de acuerdo a una descripción que incluyó en una carta dirigida a su padre, Don Francisco Martín Borque.
Los pasillos de la tienda Soriana Centro de Torreón y aún en funciones, fueron su primer acercamiento a la vida productiva, en la que todos sus hermanos Pedro Luis, Ricardo, Francisco Javier, María Teresa y Ana María Martín Bringas, así como Juan José, (fallecido en 2016) forjaron el carácter y la integridad que les fueron heredados por sus padres.
Carlos Eduardo, nacido el 21 de febrero de 1958 fue el sexto de los ocho hijos, se describió a si mismo en esa carta:
“De niño fui travieso, de carácter abierto, bromista, juguetón y hasta desaplicado en las clases”. Para él, su padre fue "un ser único, guía, maestro, pero, sobre todo, un gran amigo".
Gustoso por la agricultura
Más que las aulas, fue la vida campestre lo que nutrió e impulsó a Carlos Eduardo. No obstante, el Instituto Francés de La Laguna con sede en Gómez Palacio, así como el Colegio Cervantes de Torreón, conocieron su ímpetu y su carácter inquieto.
Él mismo, reconoció que los estudios no fueron lo suyo, sino que lo que realmente le apasionaba y llenaba su interior, un tanto lejano a las actividades que su familia realizaba, fue la agricultura.
A sugerencia de su padre logró graduarse de la licenciatura en Administración de Empresas en el Tecnológico de Monterrey en 1983 y en ese mismo año, Don Francisco ya había comprado el rancho Las Vegas, que entregó a su hijo Carlos Eduardo para que cumpliera su sueño de incursionar en la vida productiva del campo.
Empezó como administrador y desde entonces se le reconoció como un hombre visionario y exitoso en ese rubro.
Con un gran carisma, Carlos Eduardo fue empático con los empresarios más encumbrados hasta con el más humilde trabajador; profundamente religioso, al igual que su padre, pedía fuerza de voluntad y luz en el entendimiento para su vida personal y desarrollar su trabajo.
El Viaje del Recuerdo
Aunque su primer pasión fue el campo, amó a Soriana, empresa que definió su futuro y el de los suyos, siempre con entrega total.
Esos mismos valores los supo trasmitir a sus hijos y al resto de su familia. Esa enseñanza lo llevó a consolidarse como ser humano y como empresario.
Otra de las grandes enseñanzas que marcaron a Carlos Eduardo como persona y empresario, fue el que llamó “El Viaje del Recuerdo”, en el que él y su esposa María del Consuelo acompañaron a su padre Francisco y a su madre Ana Mary, a un trayecto por los estados norteños de Chihuahua, Sinaloa y Sonora.
En este viaje, lograron cubrir la ruta que Don Francisco recorrió como comerciante de telas y ropa durante su juventud, visitando incluso campos menonitas, esta experiencia marcó su vida y le hizo entender el enorme trabajo que sus padres enfrentaron para consolidar los proyectos futuros: el Grupo Soriana.
La vocación de servicio y trabajo heredada de sus padres, enriquecieron su espíritu libre e inquieto que lo llevó a consolidarse en el sector agropecuario.
El rancho Ampuero, empresa dedicada al ganado bovino y a la comercialización de leche de vaca así como Almerimex, enfocada a la producción y comercialización de productos agrícolas, son un claro ejemplo del gusto que tenía por el campo y las tierras laguneras.
Compartió su experiencia
Su experiencia de vida quiso llevarla más allá de su entorno familiar, beneficiando a la tierra que lo vio nacer.
Por años fue asesor del Tecnológico de Monterrey, Campus Laguna, así como de recintos culturales como el Museo Arocena y de agrupaciones empresariales como FOMEC, AC.
Este viernes Carlos Eduardo Martín Bringas falleció y este sábado se llevaron a cabo los servicios religiosos en la Parroquia de San José de la ciudad de Torreón.
Deja una gran huella en su familia, amigos y todos aquellos quienes lo conocieron, como Carlos Eduardo mismo reconoció: como un ser “travieso, bromista y juguetón”.
Queda el hombre cuya vida deja una gran enseñanza de integridad y trabajo, de amor por su familia, su esposa María del Consuelo López de Martín, sus hijos Carlos y Diego y de amor por La Laguna.
Descanse en paz.
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