El niño travieso del lienzo charro
Para Wilivaldo García, cuidador de caballos en el Lienzo Charro “El Quien Quite”, que se ubica en la calle Novena, de la colonia Agua Nueva, ciudad de San Pedro, Coahuila, era una noche normal, pero no fue así.
San Pedro, Coahuila.- Para Wilivaldo García, cuidador de caballos en el Lienzo Charro “El Quien Quite”, que se ubica en la calle Novena, de la colonia Agua Nueva, ciudad de San Pedro, Coahuila, era una noche normal, pero muy calurosa. Desde la tarde, de un día del mes de julio, hace ya algunos cuatro años atrás, el cuidador andaba incomodo por el bochorno que se sentía, así que decidió dormir a la intemperie, puso un catre al lado de la capillita a la virgencita de San Juan, que está casi a la entrada del inmueble.
Para las nueve de la noche, Wilivaldo cayó en los brazos de Morfeo, se durmió temprano y así transcurrieron las horas hasta llegar la madrugada, fue cuando ruidos extraños se empezaron a escuchar cerca de las caballerizas, de igual manera, por su sueño pesado, el hombre ni se inmutó y siguió roncando.
Pero, entre sueños, Wili, escuchó voces, como de un infante y esto lo hizo tirar un salto de su catre, fue cuando observó algo muy raro, los caballos andaban sueltos, alguien les había abierto las puertas de las caballerizas. El cuidador tuvo que ir metiendo los equinos a sus caballerizas, pero su asombró era mayor, porque los caballos, no querían entrar, como si sintieran la presencia de algo o alguien.
Como pudo, ingresó los equinos a sus caballerizas, pero el ambiente se seguía sintiendo tenebroso, ya cansado, regresó a su catre y se sentó por un momento, pero de pronto, al voltear hacia una palma que está cerca de las caballerizas, vio como una silueta que se asomaba de atrás del tallo. Estaba seguro que era un niño, como de unos 5 o 6 años.
Wilivaldo no era muy asustado, les temía más a los vivos que a los muertos, pero de igual manera, no se quiso quedar con la duda, y fue en busca del infante. Anduvo busque y busque, y vio que en una de las caballerizas se escuchaban ruidos, como si alguien cuchicheara, se asomó, solo estaba el caballo, pero nuevamente, el pasador de la puerta, abierto.
Wili ya no pudo dormir, de igual manera, ya había tenido un buen descanso, por haberse dormido temprano. Entre ruidos extraños, pasos y murmullos de niño, el hombre pasó la noche y madrugada. Por fin se llegó la mañana, y justo como a las nueve, llegó un conocido de él, alguien que desde la noche le llevaría un mandado.
El cuidador lo recibió y le preguntó que porque hasta la mañana había ido, en lo que el conocido le dijo: _ Sí vine anoche, toque el portón y solo escuche una voz, como de niño, que me dijo que no estabas, y mejor me fui. Wili no contestó nada, solo tomó el mandado y se quedó pensativo. Luego, ingresó a la capillita, y vio que la imagen de la virgen de San Juan, estaba caída, rota. Eso ya no le gusto, porque comprendió que ese niño que había visto por la madrugada, ya no era de este mundo, pero su espíritu regresó para seguir con sus travesuras.
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