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En México la Insuficiencia Renal Crónica va en aumento

En nuestro país cada año se diagnostican 40,000 casos nuevos. Es hora de humanizar las cifras y ver a los ojos el problema de salud pública al que nos enfrentamos.

Editorial Telediario Nacional /

MÉXICO.- En abril de 2011, empecé a sentir que se me aceleraba el corazón y me hormigueaba la lengua. La primera vez fue justo antes de dar una conferencia en Cancún, pensé que se debía al estrés de hablar ante el público; sudaba frío y me costó trabajo hilar las primeras frases.  Cuando regresé a la Ciudad de México, me olvidé del tema hasta que me volvió a pasar antes de una junta importante.  

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En esos días estaba a dieta y cuando no logré bajar nada a pesar de seguirla firmemente, fui a ver a un doctor general para ver si había algún problema con mi tiroides.  Cuando tomó mi presión y vio 240/120 palideció, ahí supe que no había nada normal. Me mandó estudios, una simple química sanguínea y ahí la creatinina que regularmente está entre 1 y 2, estaba en 17.  ¿Qué significaba? Que mis riñones no estaban trabajando, yo estaba intoxicada al no depurar todo aquello de lo que regularmente se deshacen, y que tendría que parar mi vida para conectarme a una máquina que hiciera la función que ellos habían dejado de hacer.  

El doctor Ricardo Correa-Rotter, jefe del departamento de Nefrología del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, dice que “más que de una enfermedad, estamos hablando de un conjunto de condiciones que llevan a una enfermedad renal crónica (ERC)”.  

A veces, la presión arterial alta es lo que daña los riñones. Sin embargo, en ocasiones la falla renal es consecuencia de la diabetes o del Lupus; pero en otras no se sabe qué desencadena la insuficiencia.  

Los tratamientos  

“Alguien puede tener niveles altos de creatinina y no darse cuenta. Los riñones son órganos muy nobles y hasta que no llegan a niveles avanzados de afectación se pueden descubrir los signos y los síntomas que esto tiene. Por ello, la mayoría de la población no se da cuenta cómo está viviendo su proceso de enfermedad”, dice el doctor Malaquías López Cervantes, epidemiólogo, director general de Planeación y Desarrollo en Salud de la Secretaría de Salud y autor de varias investigaciones acerca del diagnóstico en la enfermedad renal.  Que los síntomas aparezcan cuando el daño está muy avanzado, se traduce en diagnósticos que determinarán que la diálisis debe empezar casi de inmediato. Es importante que el médico de primer contacto sepa leer las señales y no las confunda con algún otro padecimiento. También debe saber que la creatinina fuera de rango en una prueba de sangre anuncia que algo no está funcionando a la hora de limpiar el cuerpo de toxinas.  Una vez con el nefrólogo, se determina la etapa del padecimiento para que, a través de dieta y medicamento, se contenga lo más posible la enfermedad. De ser necesario, el médico dirá cuál es el tratamiento sustitutivo acorde con las necesidades y expediente del paciente. Las opciones son diálisis, hemodiálisis y trasplante.  

“La enfermedad renal es compleja, por eso se debe empezar por la prevención y el retraso. Cuando se llega a las terapias de sustitución, debe quedar claro que la primera debe ser el trasplante, incluso anticipado. La diálisis y la hemodiálisis no son competencia, son terapias alternativas que pueden ser puente al trasplante, que pueden cambiar de una a otra”, dice el doctor Ricardo Correa-Rotter. 

Al día siguiente de mi diagnóstico, fui al hospital para la primera hemodiálisis. Era urgente, pues otra de las sustancias que filtra el riñón es el potasio, sustancia que en altos niveles en el cuerpo genera riesgo de infarto. Al conectarnos a la máquina, que hace la función de un riñón, se disipa ese peligro.  

Las cifras  

El Sistema de Datos de Enfermedad Renal en Estados Unidos reporta que México tiene la mayor incidencia de enfermedad renal crónica comparado con el resto del mundo, con un crecimiento de 122% de 2000 a 2013. En la publicación Enfermedad Renal crónica en México, hacia una política nacional para enfrentarla, del Conacyt y la Academia de Medicina de la UNAM, se menciona claramente que “si el número de casos que llega a etapas tardías no disminuye de manera significativa, el impacto económico de la ERC en el sector salud pondría en graves problemas su viabilidad financiera”. ​

Las cifras del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) no mejoran el panorama. En 2015, se hicieron 2,770 trasplantes de riñón, si pensamos que la lista en ese momento tenía a 12,095 pacientes en espera de un riñón cadavérico, entre ellos yo, que era mi cuarto año a la espera, vemos que aún hay mucho trabajo por hacer. “Del total de los trasplantes, 71% proviene de donadores vivos relacionados y solo una minoría (29%), de donadores cadavéricos”, menciona la misma publicación de Enfermedad renal crónica en México.

  “El acceso al tratamiento es limitado o inexistente para la población no asegurada. Los beneficios de la seguridad social, incluido el acceso universal a diálisis y trasplante de riñón, solo están disponibles para los trabajadores empleados por el sector privado o por el gobierno. Sin embargo, representan 48% de la población del país, y solo 3% puede pagar un seguro de salud privado. El restante 49% no tiene acceso a los beneficios de la seguridad social y no puede pagar los servicios privados de atención médica”, según un estudio publicado en Kidney International Report. 

Además, el Seguro Popular no cubre los tratamientos sustitutivos de los mayores de 20 años, cuando el mayor número de pacientes renales se encuentra entre los 20 y 70 años. Esos pacientes buscan la ayuda de fundaciones para que alguien los incluya en la seguridad social, pero muchas veces el final llega pronto.  Los retos  

Un estudio realizado por la Subsecretaría de Innovación y Calidad en 2008 ya advertía que “la insuficiencia renal crónica terminal, IRCT, ha alcanzado dimensiones alarmantes, y las proyecciones elaboradas por la UNAM muestran que el número de casos de IRC continuará en aumento. Si las condiciones actuales persistieran, para el 2025 habrá cerca de 212,000 casos y se registrarán casi 160,000 muertes relacionadas”.  

Pero, ¿cómo cambiamos este escenario? “Con acciones prioritarias que requieren planeación y logística, coordinación intersectorial y asignación de recursos. Hay que establecer un Plan Nacional para la Atención de la Enfermedad Renal Crónica de forma integral, considerando todos los aspectos necesarios para llegar a un mediano plazo a una atención óptima, formar más y mejores recursos en el área”, dice Correa-Rotter.  

El doctor también propone la creación de un registro de enfermos renales, promover la instalación de programas de prevención y ofrecer cobertura universal, así como la posibilidad de obtener una terapia de sustitución para todo el que lo requiera y en quien esté indicado.  

Tuve un primer trasplante fallido en 2011 y un trasplante exitoso en 2016, la donación me devolvió la libertad, pero eso es otro principio, pues hay riesgos nuevos. En mis mejores sueños, veo una voluntad política que asigna recursos para la formación de nefrólogos, coordinadores de trasplantes, hospitales y clínicas donde los pacientes renales son atendidos y tienen un futuro. 

JM

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