Raquenel Villanueva: su blindaje no resistió el quinto atentado (Segunda parte)
Un recluso del penal del Topo Chico le mandó varios recados donde le decía que se cuidara porque se había enterado que un capo la quería matar; Raquenel sonrió y pensó que había muchos que deseaban aniquilarla.
MONTERREY.- Raquenel sabía que por defender a clientes de incierta reputación estaba arriesgando su integridad física, por eso cuando salía de su casa, en silencio rezaba.
Después, ya en su despacho o en los juzgados volvía a ser la más aguerrida de las abogadas. Siempre estaba en el filo de la navaja.
Entre sus clientes había integrantes de Los Zetas y hasta jefes policiacos, entre ellos Javier Herrera Valles, acusado de tener nexos con la delincuencia organizada.
El 14 de enero de 1996, gracias a un pitazo, el comandante de la PGR, Horacio Bruñi y 14 elementos capturaron al peligroso narcotraficante Juan García Ábrego, en un rancho en el municipio de Juárez. Se rumoraba que quien lo había delatado era Raquenel.
Consciente de que por su colaboración con la Policía le traería más enemigos, pidió protección. No se la negaron.
El ex titular de la Siedo, José Luis Santiago Vasconcelos, en recompensa le proporcionó una escolta de varios detectives para que la cuidaran. Sabían que su vida peligraba.
Sintiéndose protegida, Raquenel continuó jugando con fuego. Mafiosos de otros estados la buscaban para que los defendiera. Si pagaban bien, ella aceptaba.
Lejos de atemorizarse se volvió más implacable y temeraria. A toda costa quería salir victoriosa en sus defensas. Era irrespetuosa y en los juzgados a todos les gritaba y ofendía.
En marzo de 2000 viajó a la Ciudad de México para reunirse con el ex funcionario Cuauhtémoc Herrera Suástegui, acusado de proteger al cártel del Golfo.
Cuando estaba en el restaurante del hotel Imperial conversando, repentinamente irrumpieron dos sujetos y le dispararon. Recibió dos balazos.
La rápida atención médica le salvó la vida. Era el segundo atentado. Varios meses estuvo en convalecencia. Su socio Julio Vargas se encargó de la defensa de los polémicos clientes.
Varios meses después, en agosto de 2000 sufrió su tercer atentado. En esa ocasión varios sicarios burlaron la vigilancia de su escolta, entraron a su despacho y abrieron fuego.
La abogada Raquenel recibió 12 tiros en diferentes partes del cuerpo. Estuvo muy cerca de la muerte, pero milagrosamente logró burlarla.
Su recuperación tardó más de seis meses. A su regreso se volvió más precavida. Adquirió un vehículo blindado y ordenó a sus escoltas que fueran más diestros.
Sus clientes cada vez eran más, todos de dudosa reputación: los hermanos Valdez Martínez, Miguel Ángel Alanís Caballero, alias "La Chiva", y el ex policía Guillermo González Calderoni.
En noviembre de 2001 sobrevino su cuarto atentado: Fue agredida a balazos a la salida de un juzgado, desde un automóvil en movimiento. Ningún disparo dio en el blanco.
En el 2002 rompió con su socio Julio Vargas. Continuaron con su amistad, pero cada quien trabajó de manera individual con clientes "peligrosos".
En febrero de 2003, su defendido y amigo Guillermo González Calderoni fue ejecutado. Días después Raquenel quedó detenida en arraigo domiciliario en Cumbres Quinta Real, para investigación por portación de arma.
Su ex socio Julio Vargas acudió en su defensa y sin dificultad, en pocas horas la dejaron en libertad. Le ofrecieron disculpas
Tal parecía que la polémica abogada era ahijada de la muerte. Se reía de las amenazas. Cada vez era más arriesgada. Se creía invencible.
En el 2006, Raquenel sufrió un fuerte descalabro en su carrera. Fue detenida y encarcelada durante tres meses.
La PGR la acusó de estar involucrada en el secuestro y asesinato de Martín Gerardo Saldaña, agente del Ministerio Público de Guerrero. Salió libre.
El 3 de mayo, su ex socio Julio Vargas fue ejecutado al salir de su despacho, en la colonia Burócratas del Estado.
En su afán de ser siempre la protagonista tomó el caso de Diego Santoy, asesino confeso de los hermanitos de su ex novia, Érika Peña Coss.
Raquenel con su malévola habilidad trató de inculpar a Érika, pues deseaba que a toda costa su cliente Santoy resultara inocente. Fue muy criticada por su cruel astucia.
En mayo de 2009, un recluso del penal del Topo Chico que bien la estimaba, le mandó varios recados, donde le decía que se cuidara porque se había enterado que un capo de la mafia la quería matar.
Raquenel sonrió y pensó que había muchos que deseaban aniquilarla. Sin darle mucha importancia continuó jugando con fuego.
No se imaginaba que la muerte la acechaba con más saña. El domingo 9 de agosto del 2009, Raquenel, de 56 años, y su hija María de los Ángeles, de 19, se dirigieron a la Pulga Río.
Estaba contenta, iban a hacer algunas compras y para sentirse con más libertad le pidió a su equipo de escoltas que las esperara afuera, que no había peligro, pero que estuvieran atentos.
Madre e hija iniciaron su recorrido por los pasillos. Tranquilas veían la mercancía de los locales.
Repentinamente varios sujetos se le acercaron y al instante accionaron sus armas largas y dispararon. Decenas de balas se incrustaron en el cuerpo de Raquenel.
Gritos de angustia y terror se escucharon por los pasillos. Su hija entró en crisis al ver que uno de los sicarios a sangre fría le daba el tiro de gracia a su madre que yacía en el piso.
Los guardaespaldas, anonadados y frustrados, corrían en busca de los asesinos que fácilmente habían logrado huir. Todo era confusión. María de los Ángeles enloquecida gritaba y lloraba.
El cuerpo ensangrentado de su madre fue cubierto con una sábana. El blindaje de la abogada Raquenel Villanueva no resistió el quinto atentado.
A 10 años, su crimen sigue impune. Quizá por venganza, uno de sus clientes o algún mafioso ordenó su muerte. Nadie lo sabe.
A Raquenel Villanueva no le hicieron falta elogios, reconocimientos, ni medallas para alcanzar la fama. Vivió siempre una vida intensa, en defensa de los demás, desde su primer empleo de secretaria.
Tal vez su error fue insistir en defender a las peores lacras de la sociedad pensando que con la ley en la mano, nada le pasaría. No se puede ser abogada del diablo toda la vida. Al final el destino la alcanzó.
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