“Vamos mi gente, ya pasó, somos más que violencia”
Después del enfrentamiento entre militares y sicarios, que inició con la detención de Ovidio Guzmán López y que concluyó con su liberación, la gente lo único que espera es olvidar el mal rato.
Culiacán.- Sobre la Avenida Enrique Sánchez Alonso, de la colonia Tres Ríos, un lamento estremece la piel de los pocos transeúntes y policías municipales que se encuentran en la zona.
Se trata del grito de Rosalba Jiménez, una madre, que a paso lento avanza hacia una minivan en la que yace su hijo Guadalupe Felix de 25 años: envuelto en sangre, sin zapatos y con más de 12 horas de muerto.
Viene vestida de pants, con un chongo a medio hacer y con unas ojeras que evidencian que no ha dormido. En los brazos trae un par de huaraches, son de su hijo, los encontró a medio kilómetro de donde se encuentra el cadáver.
Viene llorando y preguntándose qué fue tan grave como para que su hijo saliera corriendo descalzo.
Conforme avanza el lamento se vuelve más duro. Los peritos que se encuentran en el lugar le piden no acercarse. Están justo frente a la marisquería El Torito, un punto donde las ráfagas de balas rompieron todos los cristales y dejaron en las paredes pequeños hoyos.
A un costado de la minivan donde se encuentra Lupe hay dos camionetas más con al menos tres cuerpos alrededor de ellas, estos hombres también murieron luego de ser alcanzados por las balas que de forma indiscriminada dispararon los sicarios durante el enfrentamiento con las fuerzas militares.
Hasta la mañana del viernes nadie se había acercado a levantarlos, pues todos tenían miedo de que durante el acto llegaran nuevamente los sicarios.
El lugar huele a cartón quemado, el aroma proviene de un tráiler completamente carbonizado ubicado a 60 metros del restaurante y de las camionetas rafagueadas.
Como este sitio, en la ciudad de Culiacán hay al menos otros seis puntos con las mismas características: repletos de balas percutidas, con paredes perforadas por la balas y con al menos uno o dos vehículos incendiados.
Este viernes, después del enfrentamiento entre militares y sicarios, que inició con la detención de Ovidio Guzmán López y que concluyó con su liberación, la gente lo único que espera es olvidar el mal rato.
En la calle los comercios están cerrados, los vehículos circulando son escasos y no hay ni un solo peatón.
Ya eran la 13:00 horas y una señora seguía escondida en el baño de una gasolinera cercana: “Todavía sigo sintiendo miedo, oye pues si no fueron enchiladas esto que pasó. Nooo, no fueron enchiladas”.
En una pizzería cercana a la estación de gasolina también está un joven lavacoches que hoy regresó solo a renunciar: “Estábamos trabajando cuando se escucharon los balazos machín y de ahí a correr todos o pecho tierra, por eso yo hoy me voy de aquí”.
Poco a poco las grúas van llegando y los trabajos de limpia se aceleran, en la radio cada cinco minutos un locutor invita al olvido y dice: “Vamos mi gente, ya pasó, regresamos a la normalidad, somos más que esto”.
Parece sorprendente, pero el llamado funcionó y a las 18 horas del viernes los comercios, principalmente los bares, antros y cantinas comienzan la vida nocturna, donde una señora le dice a un fotógrafo: “Uno que vive aquí en Culiacán se supone que deberíamos estar acostumbrados, pero sinceramente jamás habíamos visto tanta violencia”.
CLAVES
CARGOS
El Departamento de Justicia de EU busca a los hermanos Ovidio y Joaquín Guzmán López desde 2008 por conspirar para traficar cocaína, metanfetamina y mariguana desde México.
OTRO MATRIMONIO
Los cargos contra los hijos del segundo matrimonio de El Chapo van desde abril de 2008 al mismo mes de 2018, de acuerdo con documentos consultados por MILENIO.
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