'El Mencho', 'El Pez', 'El Fresa' y 'La Kena' se les escurren a autoridades con escapes de película
Los líderes del crimen mexicano son hábiles en escapar: algunos se desvanecen rápidamente, otros organizan maniobras coordinadas para despistar, y unos pocos se escabullen por senderos no reconocidos por las fuerzas de seguridad.
Los encargados en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) encargados de elaborar el plan para capturar a los líderes de La Nueva Familia Michoacana estaban convencidos de que tenían una estrategia bien estructurada para un operativo efectivo. En la madrugada del 3 de marzo, se aseguraron de que todas las vías en Petatlán, Guerrero, estuvieran vigiladas.
Parecía que, al fin, los escurridizos Johnny y José Alfredo Hurtado Olascoaga, El Pez y El Fresa, caerían. Sólo había un problema: nadie pensó en un probable escape por aire. O, mejor dicho: sólo dos personas lo pensaron y ese par eran los objetivos de aquella redada.
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Más de 500 soldados y elementos de la Guardia Nacional acudieron a la Costa Grande guerrerense con información secreta: en el poblado La Morena encontrarían a ese par que se ha convertido en el azote de Tierra Caliente —Guerrero, Michoacán y Estado de México— y por quienes las autoridades mexicanas ofrecen, por cada uno, medio millón de pesos en recompensa. Los federales llevaban bajo el brazo dos órdenes de aprehensión en su contra por homicidio.
La Secretaría de Marina ubica a los Hurtado como los herederos de la estructura criminal que dejó Servando Gómez, La Tuta. Y quienes en su guerra territorial contra el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa se han convertido en líderes de la tercera empresa criminal con más reclutas, según un estudio elaborado por los especialistas Rafael Prieto-Curiel, Gian María Campedelli y el recientemente fallecido Alejandro Hope.
El Pez y El Fresa son los actuales jefes de un cártel implacable que se vale de la extorsión, el secuestro y la venta de drogas, con presencia en más de 80 municipios, como Texcaltitlán, donde el 8 de diciembre un grupo de campesinos, hartos de vivir bajo su yugo, mataron al jefe de plaza y cómplices, lo que ha puesto al cártel, de nuevo, en la mirada pública.
Pero aquél 3 de marzo el Ejército no quería ojos encima, así que lanzó un operativo silencioso que, a medida que avanzaba por tierra, se volvía irremediablemente indiscreto. Los halcones de los criminales averiaron ocho vehículos con ponchallantas y los soldados perdieron velocidad a causa de mujeres que eran obligadas a bloquear calles con vehículos y sus propios cuerpos. Y, aun así, había confianza en las fuerzas federales de que llegarían a tiempo para rodear esa cabaña de lujo.
Sin embargo, a menos de tres kilómetros del inmueble, los militares vieron un punto rojo elevarse en el aire. Sabían lo que significaba: Johnny y José Alfredo Hurtado Olascoaga escapaban en helicóptero. La esperanza de un arresto se convirtió en un tedioso decomiso de drogas y armas en una casa vacía.
Como pasó en 2014, 2016 y 2019, El Pez y El Fresa huyeron en la primavera del año que acaba.
'La Kena', mandamás en Tamaulipas
Hay dos formas para referirse a José Alberto García Vilano, el mando más alto del brazo armado Los Escorpiones, que engendró el Cártel del Golfo: sus seguidores le llaman La Kena, mientras que sus perseguidores en la Secretaría de Marina le llaman “el verdadero gobernador de Tamaulipas”.
Su alias sonaba únicamente en el noreste de México… hasta el 3 de marzo, cuando sicarios a su mando secuestraron a cuatro estadunidenses en Matamoros, a menos de 10 kilómetros de la frontera. El crimen fue grabado por un vecino anónimo y rápidamente se hizo viral despertando la furia de la Casa Blanca. El rapto de Latavia, Shaeed, Eric James y Zindell, todos afroamericanos, amagaba con convertirse en un lío diplomático.
Los republicanos exigían que entraran tropas estadounidenses a suelo mexicano para extraer a las víctimas; los demócratas defendían que la mano dura del presidente Joe Biden lograría la liberación allende el Río Bravo. Y del lado de México se desató la urgencia por rescatarles con vida, aunque cinco días después del secuestro esa esperanza se esfumó: en una casa en el ejido Tecolote hallaron el cadáver de dos, y a Latavia y Eric James con vida, pero heridos.
A partir de entonces, La Kena, de 32 años, ascendió a la categoría de los hombres más buscados a escala nacional. Historias sobre su sadismo comenzaron a circular libremente, así como un afiche con su nombre, su otro apodo —Ciclón 19— y la recompensa por su detención: 2.5 millones de pesos, una de las más altas en este sexenio.
El 4 de septiembre iba a ser el último día en libertad de La Kena. Antes del amanecer marinos cercaron el fraccionamiento Valle de los Reyes, en Matamoros, Tamaulipas, con la esperanza de detenerlo mientras dormía, pero su guardia armada detectó movimientos inusuales y puso en marcha un plan para alejarlo de las autoridades.
Se trató de una coreografía ensayada con anterioridad: dos caravanas salieron de la casa marcada por la agencia antidrogas estadunidense, la DEA, para confundir a los perseguidores. En una iba La Kena, quien cada cierto tiempo cambiaba a otro vehículo para desquiciar a los marinos. Luego, el vehículo recién vaciado servía como barricada. El plan de fuga había sido diseñado por militares desertores, pensaron los marinos.
El resultado del operativo fue de cuatro presuntos miembros del Cártel del Golfo abatidos, una alerta consular y ningún detenido, a pesar de que la Secretaría de Marina sobrevoló sin éxito la ciudad con un helicóptero UH-60L Black Hawk para dar con el objetivo.
La noche cayó y “el gobernador paralelo” sigue prófugo. Aún está armado y es muy peligroso.
El elusivo 'Mencho'
Si todo salía bien, el gobierno mexicano habría marcado en el calendario el 28 de enero como el día en que detuvo al criminal más buscado de los últimos siete años.
Con Joaquín El Chapo Guzmán detenido en 2016, Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, jerarca del Cártel Jalisco Nueva Generación, se había convertido en el enemigo público número uno y desde entonces su caída es percibida como la joya de la corona para cualquier administración. Se trata de un arresto que, según la Casa Blanca, vale 10 millones de dólares, sólo superado por los 20 millones ofrecidos por El Mayo Zambada e igualado por Iván Archivaldo Guzmán, El Chapito mayor.
Así que, desde el 16 de enero, el Ejército mexicano y la Guardia Nacional se alistaban para un golpe sorpresivo. El más elusivo de los capos mexicanos estaba en la mira de 200 elementos, quienes se trasladaron hasta Autlán, Jalisco, donde los aparatos de inteligencia del gobierno federal habían ubicado a ese hombre cuya tropa está presente en 29 entidades federativas y que maneja diversos negocios sucios, desde narcotráfico hasta extracción ilegal de minerales.
La misión, sabían los ejecutores, era complicada. El pueblo está dentro de la Sierra de Amula, una región de orografía accidentada que sólo es dominada por los locales. Cada brecha y precipicio era desconocido para los militares, situación no del todo aprovechada por los pistoleros del Mencho que habían crecido en la región.
Así que el factor sorpresa era la mayor ventaja del gobierno federal, por lo que el operativo se mantuvo como secreto celosamente guardado. Ni siquiera el gobernador de Jalisco estaba enterado. Pero el plan se desintegró cuando un grupo de sicarios en camionetas pick-up vieron a un grupo de guardias federales desayunar en una fonda pequeña. La sorpresa había cambiado de bando.
Los sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación atacaron a balazos a los elementos federales. Uno murió al instante, dos más cayeron heridos. Cuando el gobierno federal quiso responder acelerando el arranque del operativo, el cártel respondió con rápidos movimientos de camiones robados e incendiados sobre las carreteras Autlán-Unión de Tula y Grullo-Unión de Tula, así como en los puentes del Corcovado y Puerta de Barro. Si el operativo se hubiera convertido en una partida de ajedrez, El Mencho hubiera gritado ¡jaque!
Para cuando las autoridades se sacudieron de los bloqueos, ya no había nada por hacer. La valiosa información de los aparatos de inteligencia se había convertido en polvo: El Mencho huyó por veredas ocultas bajo árboles frondosos y su nueva ubicación volvió a ser desconocida.
Había que empezar su cacería, de nuevo, desde cero. Por novena ocasión desde 2013, Nemesio Oseguera Cervantes se había esfumado.
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