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Hijo y hermano de 'El Mayo' lo traicionaron a cambio de protección de EU

Consta en documentos del juicio contra El Chapo que los parientes de Zambada confesaron a cambio de libertad y traslado de sus familias al norte; “mejor aquí que en Sinaloa”, dijo El Vicentillo.

Laura Sánchez Ley Ciudad de México /

Vicente y Jesús Zambada, hijo y hermano del narcotraficante Ismael El Mayo Zambada, aceptaron no sólo delatar a El Chapo, sino también revelar los detalles íntimos de la vida del fundador del Cártel de Sinaloa a cambió de cartas de recomendación y que las autoridades estadunidenses sacaran a sus familias de México y las llevaran a vivir a Estados Unidos.

Luego de tres años de haber sido sentenciado a pasar toda su vida en prisión, el Departamento de Justicia finalmente ha liberado las transcripciones del proceso judicial en contra de Joaquín Guzmán Loera, las cuales revelan que los narcotraficantes también aceptaron hablar sobre las operaciones y conversaciones privadas de El Mayo, quien hasta el día de hoy se encuentra prófugo de la justicia.



Los pactos entre capos y Estados Unidos pocas veces son revelados; sin embargo, los expedientes revisados por MILENIO muestran que la delación más importante para ellos —incluso a costa de su padre y hermano— fue cooperar a cambio de que sus familias salieran de México.

Y fueron ellos mismos quienes contaron detalles que generalmente no le gusta revelar al gobierno de ese país. A Jesús, conocido como El Rey Zambada, le preguntó directamente la defensa de El Chapo en 2019.

—¿Estuvo de acuerdo el gobierno en proporcionar algunos beneficios adicionales como resultado de su cooperación? —preguntaron.

"Sí", respondió Zambada.

—¿Qué beneficios adicionales? —indagaron.

"Bueno, me han ayudado a traer a mi familia de México aquí a los Estados Unidos por su seguridad, para que no sufran ningún atentado en contra de su vida".

Otra de las negociaciones que hizo El Rey Zambada fue canjear sus declaraciones por una carta de recomendación que el gobierno de Estados Unidos entregó a un juez, en la cual asegura que había cooperado con ellos.

A consecuencia de su cooperación, Jesús Zambada fue eliminado de la “lista negra” del Departamento del Tesoro de ese país.

Unos meses después, en 2022, hizo lo mismo con Vicente Zambada Niebla y su familia. Ambos se encuentran escondidos y se desconoce su paradero, ya que el Buró de Prisiones nunca reveló cuándo fueron liberados, sólo que ya no se encontraban bajo su custodia.

Mientras tanto, Ismael El Mayo Zambada encabeza la lista de los más buscados de Estados Unidos y se ofrece una recompensa de 15 millones de dólares a quien brinde información sobre su paradero.

Desde 2003 es buscado oficialmente por el gobierno de ese país, cuando se reveló la primera acusación en su contra. Hoy, gracias a su hijo y a su hermano, tienen material de sobra en su contra.

Cuando El Rey cambió la calculadora por una pistola

“Cuando nací… cuando nací mi padre me puso el nombre Jesús y dijo, bueno, El Rey ha nacido”, dijo Jesús Zambada aquel 3 de enero del 2019. Quedó el registro en papel, para siempre, que revelaría por primera vez detalles de la convulsa historia del narcotráfico en México.

También contó que su destino debía ser otro, pero que estaba condenado a seguir los pasos de su hermano. Para ese año, 1987, El Mayo ya había fundado uno de los cárteles más grandes: el de Sinaloa, que llevaba el nombre del estado donde los hermanos Zambada habían nacido.

Él tenía 29 años y desde joven había ido a vivir a Ciudad de México, donde se graduó como contador público. Ahí se empleó como el gerente general y contador de la empresa; sin embargo, fue despedido un día que sus jefes vieron las noticias y aparecieron fotografías y sus apellidos en pantalla completa.

Le preguntaron qué relación tenía con El Mayo y El Rey Zambada les contestó la verdad: era su hermano. “Dijeron que ya no querían depender de mis servicios de contabilidad porque no confiaban en mí”, recuerda.

Fue por esos años cuando empezó a tener problemas. Entonces su hermano lo rescató del desempleo y le ofreció, primero, un trabajo manejando sus cuentas y el dinero derivado de la venta de drogas. El Rey aceptó, para ese entonces ya tenía una familia que mantener.

Pero cambió rápidamente las calculadoras por una pistola calibre .380, y para no repetir la historia del trabajo de contabilidad, se mandó a hacer identificaciones falsas con otro nombre, con las que incluso logró sacar la visa para cruzar a Estados Unidos. El Rey también comenzó a llevar recados de su hermano a las calles: iba con sus sicarios a comunicarles a qué nuevo enemigo de su hermano había que matar.

Según su propia historia, después tendría uno de los puestos más importantes dentro de la organización: se convirtió en el nexo con todos los policías, militares y funcionarios públicos corruptos, que se dejaban comprar a billetazos por el cártel de Sinaloa.

Uno de los episodios que marcó a El Rey fue la guerra que enfrentaron con el cártel Arellano Félix, donde finalmente su destino quedó ligado al de su sobrino El Vicentillo. Fue hablando de este episodio donde contó cuál ha sido una de las alegrías más grandes de su hermano.

Dice que, en 1993, cansado de la guerra que le había declarado su “compa El Chapo” a los hermanos Arellano Félix, El Mayo intentó hacer una reunión de paz, en Tijuana. Era tanta su confianza que el emisario de esa labor sería su propio hijo, Vicentillo, quien en ese entonces era muy jovencito. Los Arellano en lugar de resolver amenazaron con matar al joven. La reunión salió mal y Vicentillo tuvo que huir de Tijuana.

El Rey recuerda que Ismael le confesó que no sabía cómo lamentaba que no hubieran podido asesinar a Ramón Arellano Félix, porque era uno de sus enemigos más poderosos. Finalmente, Ramón fue asesinado por accidente en Mazatlán. Una tarde en las montañas, El Mayo le confesó a su hermano:

“Me dijo que si algo realmente le había dado placer era que hubieran matado a Ramón Arellano”. Ese día El Mayo volvió a respirar con tranquilidad.

El Rey se volvió supervisor de las bodegas de drogas en Ciudad de México, donde trabajó como representante del Cártel de Sinaloa. “Lo hice esto a través de sobornos para policías de alto rango y oficiales. Para que dieran protección y seguridad a los movimientos de los narcotraficantes del cártel, seguridad para los líderes, para mí y para los trabajadores”, dice.

Cuenta que una de las estrategias que tenía en la Ciudad de México era ofrecer muchos dólares a los oficiales corruptos de la policía capitalina para que invitaran a trabajar a nuevos policías dispuestos a dejarse corromper. Sus tentáculos eran tan largos que incluso lograron llegar al área de operaciones especiales del Ejército mexicano. Ahí dieron dinero al general Gilberto Toledano, quien habría recibido hasta 100 mil dólares por dejarlos trabajar en Chilpancingo.

También se encargó de sobornar a personal de la entonces PGR, un hombre conocido como El Yanqui, también a la Policía Judicial e incluso a la Interpol. Eran a ellos a quienes se les pagaban unos 300 mil dólares mensuales, todo por órdenes de su hermano.

Recuerda que también sus sicarios recibían compensaciones, una especie de bono de productividad, cuando asesinaban a gente muy especial para su hermano o en operaciones importantes.

En 2019, el hermano de El Mayo reconoció que cuando inició su proceso se enfrentaba a una pena de cadena perpetua; sin embargo, esta colaboración cambiaría totalmente el panorama, que incluía morir en prisión. Gracias a un acuerdo de cooperación sólo tuvo que pagar 3 millones de dólares más una multa de otros dos. Su particular acuerdo se exhibió con el número 3500-JRZG-2.

—¿El gobierno prometió hacer algo por usted si usted ha cumplido con los términos de su acuerdo de cooperación? —

"Sí".

—¿Qué promesas hizo el gobierno si usted cumplió los términos de su acuerdo de cooperación? —

"Prometieron emitir una carta de recomendación al juez".

—¿Qué se supone que debe hacer esta carta por usted?

"Bueno, cuando me vaya a sentenciar, con esta carta el juez pueda tenerlo en cuenta al decidir mi sentencia".

Vicentillo: no matamos al cardenal

Vicentillo también recuerda que uno de los primeros encargos que le hizo el cártel de Sinaloa fue que se convirtiera en el mensajero de su papá. Recuerda que como a su padre le llamaban La Cocinera, a él, El Chapo lo bautizó como La Mesera. Dice que la verdad es que al interior del cártel le tenían envidia. Cómo no, si era el hijo del patrón.

Para la organización se inició gracias a un grupo de compadres: El Chapo, El Mayo, El Azul, Nacho Coronel, entre otros. Su primer recuerdo de Guzmán Loera fue cuando tenía 15 años y entró a la casa de su padre. “Mira, este es mi compa El Chapo”, le dijo.

Vicentillo recuerda que su verdadero camino criminal arrancó en 1994, cuando asesinaron a su cuñado como parte de la guerra que le había declarado la familia Arellano Félix al Cártel de Sinaloa. Era muy jovencito y se inauguró en el negocio recibiendo mil 600 toneladas de drogas.

Dice también que siempre fue el hijo más apegado a su padre: “Y la razón por la que estaba tan apegado a mi padre fue por el peligro en el que yo estaba porque yo era su hijo, su hijo mayor”.

Por esos años sucedieron cosas importantes, como el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Cuenta que cada aniversario de su muerte, su padre y su compadre El Chapo se sentaban a recordar cómo intentaron echarles la culpa de su muerte. Guzmán Loera siempre juró que no había tenido nada que ver en la muerte de un sacerdote y que todo lo habían orquestado los hermanos Arellano Félix. Una razón más para odiarlos.

Vicentillo recuerda que gracias a los Arellano Félix y la reunión de paz que su padre organizó, casi lo asesinan:

“Una de las razones por las que estaba allí en Tijuana era hablar por mi padre, decir que él no quería ningún problema. Llegó un momento en que la situación se puso tensa. Yo estaba presente allí y llegó un momento en que Benjamín Arellano Félix me gritaba en la cara y me decía que iba a matar a mi padre. Dijo, con muchas palabrotas, que iba a matar al Chapo Guzmán y a El Güero Palma también”.

Benjamín le gritó: “El Chapo y tu padre se van a arrepentir de no habernos matado en la discoteca”.

“Salimos de la casa y mi compadre Amado dice que íbamos a ir derecho al aeropuerto. Me dijo que era mejor salir de una vez, que no íbamos a ir a recoger nuestra ropa”. Así terminaron, huyendo de Tijuana con rumbo a Sinaloa.
“Bueno, mi papá me preguntó qué era lo que había pasado en Tijuana. Le conté lo que mi... lo que Benjamín había gritado en mi cara, y palabras de maldición, y que lo iba a matar y a mi compadre Chapo. Me dijo que no me preocupara y luego realmente me regañó porque se suponía que regresaría el día anterior porque iba a escuela todavía en ese momento”.

Finalmente, Vicentillo y su tío intercambiaron toda esta información y durante la preparación del juicio de Guzmán se comprometió a proporcionar cualquier dato que necesitaran las dos fiscalías que llevaban casos contra el cártel de Sinaloa.

“Y, en segundo lugar, por las razones que acabo de decir, es porque creo que esto puede ayudarme a obtener una reducción en mi sentencia”, dijo. También afirmó que había entregado mil 373 millones de dólares.

Vicentillo reveló que cuando firmó su declaración de culpabilidad, preguntó si podía tener permiso para que su familia pudiera ir a los Estados Unidos: “Fue por su seguridad, mejor aquí que en Sinaloa”.



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