50 años
- Columna Especial
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Adrián Herrera
¿Por qué es importante un periódico? Porque es la voz de todos. Y porque representa valores de libertad de expresión que van de acuerdo a los principios fundamentales de la democracia.
El Diario de Monterrey cumple 50 años y, como MILENIO, 24. Es lo mismo, solo cambió el nombre.
Pero antes de continuar, revisemos estos nombres: “Periódico” y “Diario”. Significan constancia, cotidianidad y, al final, persistencia.
A veces lo cotidiano pasa desapercibido y no advertimos los sutiles cambios que ocurren mientras ejercemos nuestras discretas, rutinarias —aburridas— y casi siempre inconsecuentes vidas. Damos por hecho que el tiempo, que ocurre a pesar de todos nuestros intentos de ralentizarlo (e incluso de detenerlo), nos arrastra, nos zarandea y pasa a través de nosotros convirtiéndonos en guiñapos, en piltrafas, en meros despojos.
El universo de un periódico contempla todo: la noticia —casi— inmediata, la discusión sobre la misma, el recuerdo de cosas similares, la omnipresencia de lo que hicimos —las efemérides—, el clima, la nota roja (mi preferida), quién se murió hoy, las recetas, venta de carros, casas y terrenos, ciencia y tecnología, deportes, la farándula, la política, lo cultural, monitos, crucigramas y otros juegos de la mente, ofertas en tiendas y supermercados, los avisos de ocasión, finanzas y suplementos sociales.
Contemplando este abanico tan variado y extenso, hay que pensar que el periódico, aunque sujeto a los ímpetus de los días, es, de cierta manera, atemporal. Hemos confeccionado a lo largo de los años un instrumento multidisciplinario que nos mantiene atados a nuestra realidad. Esto nos da confianza en las cosas, nos asegura una clase de persistencia en este mundo, aún por encima de las esquelas, las cuales nos recuerdan prontamente nuestro justo e insoslayable destino.
Pero eso la sensación de que la cotidianidad, reflejada en un periódico, nos otorgue un suavizante —pero ilusorio— efecto de inmortalidad, nos ayuda a seguir adelante. Porque el diario no muere, siempre aparece ahí, con el sol, con el voceador, con el repartidor en su moto y su fiel séquito de perros furiosos detrás de él. Y todo para recibir nuevas, para sentir que somos parte de una comunidad que trasciende lo local, lo regional y lo nacional.
El periódico es una necesidad. No solo para enrollarlo y darle a los perros y a los niños que se portan mal, sino para mantener nuestra sociedad en su sano juicio. Porque también actúa, de extrañas maneras, como juez. Juzga desacatos e injusticias, denuncia disparates, previene tragedias y fiascos. Y lo que no puede ni prevenir ni castigar, por lo menos lo reporta para que, por el amor de Dios, se haga algo al respecto.
El periódico es el papel de las mil voces. (Se supone) que debe albergar esta miríada de opiniones, de puntos de vista. Claro que eso nunca sucede del todo, esa es una visión un tanto romántica de la realidad. En los regímenes totalitarios los dictadores van siempre y especialmente contra la libertad de expresión. Y para lograrlo, intimidan, extorsionan y pasan leyes para suprimir esta función esencial de la democracia. Así vemos diarios que, no por gusto, han tenido que cambiar el tono de sus portadas, de sus columnistas y opiniones. Algunos han sobrevivido, otros no. Por tal motivo los diarios son un foco rojo, un indicador fiel del estado de la democracia en un país, en una administración.
¿Por qué es importante un periódico? Porque en un país como el nuestro, en el cual peligra la libertad de expresión, hoy más que nunca se requiere mantenerlo vivo y funcionando. El periódico lo hacemos todos, día con día.
Este periódico en el cual escribo cumple 50 años. Yo tengo 55, imagínese. ¡Ah! y llevo 20 escribiendo esta columna. Por ello entiendo muy bien el valor de la continuidad y de lo esencial que es tanto partici- par activamente en estos medios como en estar al tanto de lo que ahí se publica. Para mí, escribir aquí es no solo un ejercicio de libertad personal, sino colectiva. Porque no es leer por leer ni para estar enterado, es leer para, llegado el momento, reaccionar. Cuando se pierde la libertad expresada en un periódico, se pierde la libertad, punto.
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