“A mí no me digas ‘la consentida’, siempre fue ella”
- Crónicas del adiós
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Carlos Díaz-Barriga
Mientras la gente va a agarrando su cacho de suelo en la Plaza de la Constitución y se va arrejuntando más y más, el Presidente viene volando desde Campeche. Tuvo asoleada inauguración de la Zona Arqueológica de Calakmul. Penúltima actividad del antepenúltimo fin de semana. Intenso, como todos los anteriores en estos últimos 100 días que se esfuman como el tiempo, cuando es el tiempo final.
El viernes dio el banderazo, literalmente, a las fiestas patrias con la ceremonia en memoria de los Niños Héroes, apenas terminó la conferencia ‘mañanera’. Habrá desayunado en el camino. Ceremonia solemne, sin público. Apenas unas cuantas gradas con estudiantes que saludan el paso de dos Hummers militares que transitan de la Puerta de los Leones al Monumento a los Niños Héroes.
En el primero de aquéllos, el Presidente López Obrador de lado derecho y de lado izquierdo la Presidenta electa Claudia Sheinbaum, escoltados por el General Secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval y por el Almirante Secretario de Marina, Rafael Ojeda. Todos de pie, sujetándose de un barandal adaptado. En el Hummer de atrás, tres mujeres: Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez y Beatriz Gutiérrez Müller.
Mientras la gente va a agarrando su cacho de suelo en la Plaza de la Constitución y se va arrejuntando más y más, el Presidente viene volando desde Campeche. Tuvo asoleada inauguración de la Zona Arqueológica de Calakmul. Penúltima actividad del antepenúltimo fin de semana. Intenso, como todos los anteriores en estos últimos 100 días que se esfuman como el tiempo, cuando es el tiempo final.
El viernes dio el banderazo, literalmente, a las fiestas patrias con la ceremonia en memoria de los Niños Héroes, apenas terminó la conferencia ‘mañanera’. Habrá desayunado en el camino. Ceremonia solemne, sin público. Apenas unas cuantas gradas con estudiantes que saludan el paso de dos Hummers militares que transitan de la Puerta de los Leones al Monumento a los Niños Héroes.
En el primero de aquéllos, el Presidente López Obrador de lado derecho y de lado izquierdo la Presidenta electa Claudia Sheinbaum, escoltados por el General Secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval y por el Almirante Secretario de Marina, Rafael Ojeda. Todos de pie, sujetándose de un barandal adaptado. En el Hummer de atrás, tres mujeres: Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez y Beatriz Gutiérrez Müller.
Sábado a Chiapas. A su destino final, Palenque. Se conmemoran exactamente 200 años de la federación de Chiapas a México: era eso o Guatemala. Discurso de bienvenida en la estación del Tren Maya, del gobernador Rutilio Escandón. Tiene que leer hasta los nombres de AMLO y Claudia, no sea que los diga mal. La gente lanza un ‘es un honor estar con Claudia hoy’; él se suma a la voz del pueblo diciendo al micrófono ‘es un honor estar con Obrador’; oh, que la…. Ni eso.
El calor está duro. Muchos oradores. Tediosos. Rolleros. A algunos les chiflan para que ya se callen. Van a oír a los presidentes. Claudia, en su breve discurso de 10 minutos, dice: “son los 200 años de lo que se llama la anexión, pero en realidad es la decisión del pueblo de Chiapas de pertenecer a México, porque se hizo de manera democrática”. Fueron 90 mil votos a favor, 60 mil en contra y 15 mil abstenciones. La Presidenta dedica frase Rosario Castellanos a su futuro antecesor: “Sus palabras y sus acciones han sido justas, porque son del tamaño de sus sentimientos”.
Habla el Presidente. Eleva el tono. “Ahora sí hay una auténtica democracia, el que manda en México es el pueblo”. Pega cuatro veces con el puño cerrado en el atril de acrílico. Le pone sabor al caldo. Reconoce fallas: En la carrocería; incluso en el motor: “tengo un problema de una enfermedad cardíaca, porque me dio un infarto y ya no puedo forzar más mi pobre corazón… voy a venir a vivir aquí a Palenque. Quiero que hagamos un acuerdo, un compromiso. Nada de que: ‘Oye, Andrés Manuel, es que quiero hablar contigo”.
De lo que anda bien es de los reflejos. El aire le vuela una hoja que nunca lee ni va a leer, pero la cacha en el aire. Repite por décimo primera ocasión: “no quiero ser, no quiero ser hombre fuerte, ni jefe máximo, ni caudillo, ni mucho menos cacique”. Quiere que se consigne. Se consigna.
“Estuve años trabajando todos los días desde muy temprano hasta muy tarde, y ahora voy a detenerme; voy a compensar ese frenón con una actividad intelectual”. Recuerda sus tiempos de juventud en la región: “venía yo en las vacaciones aquí, porque mi mamá, mi papá, tenían un restaurancito, una fonda; con esa fonda, con ese restaurancito, aquí en Pakalná, que se llamaba ‘El Quichán’, nos ayudaba y por eso pude estudiar”. A la salida los Presidentes tienen que cargar con jacales y canastas de fruta. Sienten, kilo a kilo, el peso de la popularidad.
Domingo. inauguración de la Zona Arqueológica de Calakmul. Mensaje campechano de Layda Sansores. Risita risita, le hace reclamo celoso y tuteador al mandatario: “a mí no me digas ‘la consentida’… la consentida siempre fue muy merecidamente ella” -mirando a Claudia. Claudia, ríe-.
Después, la despedida de la pelirrojisisísima gobernadora, al pie de la pirámide:
“Andrés, me siento muy herida porque en las noches pienso si un día podré curarme de ti… tu corazón está cocido a nuestra alma con hilos de henequén y esos no se rompen… tú, hermano Andrés, el tiempo de tu memoria será infinito; tú, hermano Andrés, el predilecto de la milpa, serás historia y leyenda y no se necesita ser adivinadora, como diría Octavio Paz; tu nombre quedará escrito con letras de fuego sobre el jade”. Inspira su poesía como para que acá podamos resumir, dulcemente: le pone mucha miel a sus hot cakes. El Presidente le besa dos veces la mejilla y luego la mano derecha, como un caballero con guayabera.
Vuela al ‘Grito’. Entrando a Palacio, con la misma guayabera, firma el decreto para la reforma constitucional del Poder Judicial, con Claudia Sheinbaum a un lado. El mero 15 de septiembre. Suben el video a redes a las 6:43 PM. Podría sumarse a las arengas: ‘¡Viva Yunes!’. Ganas secretas, negables, no le faltan.
A esa hora el Zócalo está a reventar. En los alrededores, que son de kilómetros, la inacabable kermés. Esquites de a 40, hot dogs… tres por 60, ‘amlitos de peluche’, estampas religiosas ‘para que la lleve en la cartera’ con la cara de AMLO ‘a 10 varitos, a 10’, bigototes negros reterevolucionarios de 30 pesillos, sombrero de a tostón.
A las 8.30 de la noche, cae el cielo sobre la gente, en cascada. Hora y media. Sopa popular. Masiva. Tápese el que pueda. México canta y aguanta. El escenario para la orquesta mixe de Oaxaca y para la banda MS se coloca a los pies de Palacio, entre la Puerta Central y la Puerta Mariana. Cargada al lado de Catedral. Hasta los santos bailan. Puro Sinaloa. Allá, sin fiesta, con muertos, con miedo. Acá, con tuba y tambora. Un solista en su balcón, toca también. El instrumento que siempre soñó tocar. Veintiséis arengas. A las once de la noche… la últimas once de la noche mirando desde arriba al pueblo, toma el cordón que pende del badajo. Y tira y tira y tira y tira. Como si fuera la última vez en su vida.
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