"Yo no quiero que me empujen"
- Crónicas del adiós
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Carlos Díaz-Barriga
Entra detrás de él Jorge Alcocer. Para este último, ni “¡ánimo!” ni “¡buenos días!”. Más ausente que si no hubiera ido. Es día del informe sobre salud. Su participación a lo largo de toda ‘la mañanera’ es de un minuto con 50 segundos. Lo salva el informe de Zoé Robledo, director del IMSS.
Una reportera pica las costillas presidenciales: “¿Habrá reforma descafeinada a cambio de que renuncie Norma Piña a la presidencia de la Corte?”. Lo niega y da breve taller barista: “No, no, no; qué descafeinadas ni qué nada. ¿Cómo? ¿Quién toma café descafeinado? No, de Pluma Hidalgo, el mejor café; no, de Yajalón y Chilón, y Coatepec. Y de Atoyac”
A propósito de esto o de aquello, reprocha a un presidente ido su retorno al gobierno para ‘salvar a la Patria’. Recuerda cuando Lucas Alamán invitó a Santa Anna a volver: ‘Usted no se preocupe por nada, le van a aplaudir cuando regrese’… cuando estaba Santa Anna en Colombia después de que nos habían arrebatado más de la mitad del territorio y lo invitan a que regrese —los conservadores— a terminar de desgraciar al país”. Cierto.
Machucón a dos o tres medios y memoria grata a José Gutiérrez Vivó “de lo mejor de la radio… lo acabaron a don Pepe”, apunta sin decir los nombres de Fox y Calderón. “Se tuvo que ir al asilo y al exilio, al exilio y al asilo. Pero un abrazo cariñosísimo para ese gran periodista“. Que nunca regresó.
Vivido lo vivido en Acapulco con el huracán “Otis”, no se cura en salud con “Beryl”. Y dobla la apuesta. “Cuando se requiera, cuando sea necesario, vamos a avisar para la protección… pero que también no se alteren, porque va a haber también mucho sensacionalismo, demasiada información sobre el huracán, exagerada… empezó a hablarse del huracán desde el fin de semana que estaba yo en Quintana Roo. Entonces, todavía falta”. Un par de días, sí.
Cuando los tiempos se acaban, plática el empujón que dio el Jefe del Estado Mayor Presidencial saliente al entrante en en la toma de posesión de Miguel de la Madrid. Le pone cabeza a la crónica: “Entonces, yo no quiero que me empujen, o sea, no, no. Y, además, esto es fraterno”.
Luego al Campo Marte. Ceremonia militar por el quinto aniversario de la Guardia Nacional. Ahí está el mensaje; lo demás serán discursos. Silencio total. Sólo se oyen los pajaritos. Habría que arrestarlos. “Damos inicio a esta ceremonia con los honores correspondientes al Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas” Suena el clarín que precede al himno. Seis disparos de cañón. Al centro del campo 28 batallones, autos de artillería, tres helicópteros y la bandera monumental. Todo el poder. Es mucho más que la banda presidencial que ya está preparado para entregar.
Flanquéandolo, todo el gabinete. Todo. Interesante. Preparen, apunten, ¡fuego!: retumba en los edificios cercanos de Polanco, el eco de una salva de fusilería. Desfile de honor. Son miles. Esta vez, el presidente no improvisa. Lee. Media hora al mediodía. Él a la sombra. La tropa, no. Cifras. Avances. Pendientes. Y una buen frase: “nunca olviden que es preferible heredar a los hijos pobreza, pero no deshonra”. La compro. Aunque sea cara.
Clarín y “al personal civil se le pide colocarse en posición de firmes”. Himno. Dos helicópteros sobrevuelan con las banderas nacional y de la Guardia Nacional. Día soleado para la magna ceremonia. La canceló el lunes porque iba a llover. Y porque puede.
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