Los del otro lado
- ¡Ahí les voy!
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Leonardo Schwebel
Por circunstancias de la vida, don Roberto se fue al otro lado hace más de 50 años.
Como todos los que han emprendido esa aventura, vas por un sueño que muchas veces se transforma en pesadilla. Aun así, batalló entre diversas labores hasta que encontró cobijo como supervisor y, más tarde, como conductor de un transporte escolar.
Sin hablar perfectamente el inglés, poco a poco se forjó ese patrimonio que, en su país y en situaciones semejantes, jamás hubiera logrado. Pero la tierra llama, y después de mil peripecias halló la forma de reintegrarse a su lugar de origen en Atenguillo, Jalisco.
Como uno de los 125 municipios de Jalisco, tiene menos de 5 mil habitantes, y la gran mayoría depende de los que se fueron. Roberto, uno de ellos, era de esos tantos jaliscienses que han mantenido a sus familias a través de las remesas.
El arraigo de Roberto lo llevó a reconstruir una vieja casona, a atenderse por cuestiones de salud y a establecerse en el lugar de donde partió. El pésimo estado de la carretera federal hace que viajar sea una peripecia peligrosa. Sortear de noche los miles de baches es prácticamente imposible y, como suele suceder en estos casos, no hay ningún interés por parte de las autoridades en atender un lugar que podría convertirse en un atractivo turístico.
Para ser conductor de un transporte escolar en California, allí donde se asentó medio siglo, Roberto tuvo que tener una trayectoria limpia; con ello me refiero a cumplir con requisitos que aquí jamás le pedirían.
A Roberto también le inquietaba que Trump regresara a la presidencia, y más aún con todas las amenazas de perseguir migrantes. Aunque tenía todos sus papeles en regla y la residencia, sabía que a la hora de las redadas podría pasarle algo, aun a sus 76 años. Por eso renovó su INE y empezó los trámites de su tarjeta Bienestar de adulto mayor.
Pero ya no alcanzó a cobrar sus 6 mil 200 pesos que recibiría cada bimestre a partir de este año.
Al atender el llamado de su tierra, buscó forjar un futuro que pronosticaba muchos años por vivir. Sabía que allá, del otro lado, seguía siendo un migrante.
Pero esa carretera intransitable le quitó la vida –paradójicamente– un día antes que Trump iniciara su segundo mandato de locura.
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