De policía judicial a secuestrador y asesino: esta es la historia de 'El Mochaorejas'
El Mochaorejas inició su carrera criminal robando autopartes, pero rápidamente comenzaría a cometer secuestros; actualmente se encuentra preso.
El secuestro es un crimen en el que se priva de la libertad de forma ilegal a una persona durante un tiempo determinado, con el fin de obtener a cambio un beneficio, como dinero, reconocimiento o provecho político, dejando en la víctima y sus personas cercanas miedo, traumas o heridas físicas, a veces, incurables. En México, no hubo un caso tan mediático y recordado como el de Daniel Arizmendi, mejor conocido como El Mochaorejas.
Este tipo de crimen abunda en la crónica negra de todo el mundo, teniendo exponentes como Ariel Castro, Wolfgang Přiklopil o José Fritzl; sin embargo, en nuestro país el secuestro ganó una gran notoriedad entre la opibión pública gracias a Daniel Arizmendi.
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Detención de ‘El Mochaorejas’
El 17 de agosto de 1998, los noticieros nocturnos daban la noticia: el temible secuestrador que mantuvo en alerta a las autoridades mexicanas por fin había sido capturado en el municipio de Naucalpan, Estado de México.
Su alias no pudo ser más específico, la prensa le adjudicó la firma con la que lastimó a tantas personas: El Mochaorejas había sido capturado y junto con él se aseguraron 30 millones de pesos, 600 centenarios y 500 mil dólares.
Arizmendi se encontraba saliendo de su casa cerca de las 19:00 horas, cuando elementos de la Policía Ministerial del Estado de México lo abordaron y éste no opuso resistencia. En el inmueble se detuvieron a más personas, todas miembros de la banda de secuestradores.
En ese entonces, Daniel Arizmendi ya era señalado como el líder de una peligrosa banda de secuestradores, misma que le había quitado la vida a al menos cuatro personas; crímenes que el líder confesó al poco tiempo.
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¿Quién es ‘El Mochaorejas’?
Daniel Arizmendi nació el 22 de julio de 1958 en Miacatlán, Morelos, lugar en el que no permaneció por mucho tiempo, pues a edad muy temprana emigró a la Ciudad de México junto con sus padres y tres hermanos.
En su infancia, Arizmendi vivió en la colonia San Juan Pantitlán, alcaldía Iztapalapa, donde su padre, Catarino, golpeaba y maltrataba constantemente a su madre, María. Ambos también agredían con frecuencia a los tres niños.
Contrario al estereotipo que se tiene sobre los grandes criminales, Daniel no mostró grandes rasgos de inteligencia, pues reprobó un año de primaria y, posteriormente, no acabó su educación secundaria, pese a que acudió a dos distintas.
Los padres de Arizmendi se separaron por las constantes agresiones que habían en su relación, por lo que Arizmendi y sus tres hermanos vivieron con su madre; pero ésta los abandonaría al poco tiempo, por lo que se fueron con su padre al municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México.
Tras no concretar sus estudios, Arizmendi comenzó a trabajar en el taller de su padre, empleo que no podría mantener a largo plazo. Esta situación repetiría constantemente con todos los trabajos que inició.
A sus 20 años, Arizmendi se hizo novio de una estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria de Zaragoza, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de nombre María de Lourdes Arias, con quien se casaría en agosto de 1977, luego de que quedara embarazada de su primer hijo, Daniel.
Antes de iniciar su carrera criminal, Daniel tuvo varios trabajos, como chofer de transporte público, en la Secretaría de Marina o de obrero en otras fábricas. Tiempo después conseguiría entrar a la Policía Judicial del estado de Morelos, empleo en el que un preso le enseñó a abrir un automóvil.
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Los crímenes de ‘El Mochaorejas’
Aunque la carrera delictiva de Arizmendi comenzó con robos de autopartes, éste escaló rápidamente en la gravedad de sus crímenes y, tras escuchar sobre un secuestro en el que los criminales presuntamente ganaron un millón de pesos, El Mochaorejas tuvo claro cuál sería el siguiente paso para su banda delictiva.
Fue así como cada miembro de la banda tomó un rol en los secuestros, alguien raptaba, el otro cuidaba, aquel recogía la recompensa, mientras que Arizmendi negociaba y, más tarde, mutilaba a las víctimas.
Su primer secuestro se cometió en contra del dueño de una gasolinería, Martín Gómez Robledo, a quien trasladaron a su casa de seguridad. Durante el rescate, Arizmendi pidió un millón de pesos, tal y como la historia que había escuchado, pero la familia de la víctima terminó pagando 350 mil.
Decepcionado, Arizmendi decidió cometer heridas más duras, por lo que, durante su séptimo secuestro, sometió a Leobardo Pineda, dueño de diversas bodegas en Ixtapaluca, Estado de México, y con unas tijeras de pollero le cortó la oreja, lo que generó una herida profunda en el hombre, misma que fue cauterizada por Daniel con las cenizas de un trapo quemado.
La oreja de Pineda le fue enviada a sus familiares, quienes le pagaron en su totalidad el dinero solicitado por Arizmendi.
El ensañamiento con sus víctimas aumentaba si los familiares se negaban a pagar lo que Arizmendi solicitaba inicialmente, a tal punto de que además de cortar las orejas, se cree que al menos cuatro personas fueron asesinadas mientras estaban secuestradas por El Mochaorejas y su banda.
Durante este periodo, según el libro Los Malditos, de J. Jesús Lemus, Arizmendi comenzó a ir “a comer y a hacer negocios” con políticos y policías, tales como Alberto Pliego Fuentes, uniformado que durante el gobierno del ex presidente Ernesto Zedillo participó en la propia detención del El Mochaorejas y que murió encarcelado por sus vínculos con el Cártel de Juárez.
Sin embargo, el modus operandi de El Mochaorejas lo acercó al ojo de las autoridades, pues rápidamente se le vinculó con cerca de 200 secuestros, hecho que llevó a las autoridades a capturar a su familia, también cómplice de sus crímenes, y tiempo después a Daniel Arizmendi.
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Reclusión de 'El Mochaorejas'
Finalmente, las autoridades sólo pudieron acreditarle 21 secuestros y tres asesinatos.
En primera instancia, Arizmendi fue encarcelado en el penal del Altiplano. Posteriormente, fue llevado a la cárcel federal de Puente Grande, en Jalisco, donde cumple una sentencia de 393 años, por los delitos de secuestro, delincuencia organizada, posesión de armas de fuego y homicidio calificado.
Allí, según el libro de J. Jesús Lemus, El Mochaorejas fue víctima de golpizas por parte de los oficiales y es visto intermitentemente por su familia, pues asegura que las autoridades de la prisión le ponen trabas a sus visitas.
“¿Qué si estoy arrepentido? Sí. Sí me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero pos aquí ya poco sirve el arrepentimiento. Aquí ya no cuenta lo que uno piense o diga”, se lee en el libro Los Malditos.
En su día a día, El Mochaorejas está en una celda, en la que le permiten tener dos libros que su familia le cambia cada seis meses y puede pedir otro más en la biblioteca cada semana; cada tercer día toma clases de dibujo; tiene asignado a un maestro que le da actividades académicas, con quien también juega ajedrez o dominó; y puede salir los fines de semana a un patio de 20 metros a ejercitarse o botar un balón.
Arizmendi sigue cumpliendo su condena, la cual le fue dictada desde el 22 de agosto del 2003.
KT
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