La historia detrás del Templo Expiatorio
Sus paredes tienen una larga historia y el talento de reconocidos artistas
Uno de los puntos más conocidos en Guadalajara, un lugar de encuentro y llegada de turistas a la perla tapatía a la par de La Glorieta de la Minerva o La Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, es el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento, en cuyo alrededor pueden encontrarse librerías, cafés, bares, antros y en general una parte importante de la vida social y cultural. Además, es reconocido como una extraordinaria obra de estilo neogótico en nuestro país.
La historia se remonta al 15 de agosto de 1897 bajo las órdenes del Arzobispo de la ciudad Pedro Loza y Pardavé, quien seleccionó al arquitecto italiano Adamo Boari para encargarse del proyecto. Boari también fue encargado de diseñar el Palacio de las Bellas Artes y el Palacio del Correo Mayor en la Ciudad de México.
La construcción de este recinto se prolongó durante 75 años debido a los conflictos ocasionados por la Revolución y la Guerra Cristera. Posteriormente, el padre José Garibi Rivera impulsaría la conclusión del templo a manos del ingeniero Luis Ugarte y eventualmente el arquitecto Ignacio Díaz Morales, quien terminó la obra en 1972.
Sus paredes son de piedra tallada, las puertas de madera de granadillo con figuras de bronce hechas por Benito Castañeda, los vitrales son responsabilidad de Jaques y Gerard Degusseau inspirados en cartones del artista y pintor parisino Maurice Rocher; los tres tímpanos del frente pertenecen a la fábrica de mosaicos del Vaticano, donde Francisco Bencivenga representa El Cordero Pascual, San Tarsicio y a San Pío X.
El Expiatorio se volvió un punto referente en el centro de la ciudad, donde es frecuente encontrar novias y egresados de alguna carrera, con la ilusión de comenzar una nueva etapa en sus vidas; así como artesanías y alimentos veganos que se instalan en la explanada.
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