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Mario Vargas Llosa y la música criolla en “Le dedico mi silencio”

Este 28 de marzo, el reconocido escritor cumple 88 años y su reciente libro es un viaje musical e intenso por Perú

Israel Morales Monterrey, Nuevo León /

Con una historia que enlaza la vida de Lalo Molfino a la de Toño Azpilcueta, su gran biógrafo, Mario Vargas Llosa explora en “Le dedico mi silencio” (Alfaguara) la cultura del Perú intenso con el mejor ritmo de la música criolla, creada por guitarristas y cajoneadores, con grandes voces y canciones que nacieron en las calles para establecer su código de vigencia por décadas.

Esta evocación de Perú y su narrativa musical desde la perspectiva social y del sentimiento puro que dispersan sus sonidos, provenientes de los valses, las marineras, las polcas o los huainos, tiene como uno de sus referentes al guitarrista Lalo Molfino, quien es el personaje sobre quien se lanza Azpilcueta a recoger partes de su historia, a pedido de su amigo, el chino Collau, quienes le costea el gasto para que viaje a rastrear los orígenes de Molfino en un pueblo llamado Chiclayo, en Puerto Eten, lo que derivará en el proyecto de un libro y más viajes, en los que recoge fracturas como la de Sendero Luminoso, pero también grandes emociones. 

Así, Azpilcueta es arrollado por la historia de Molfino y también por la suya misma. Escritor de reseñas musicales, marido dedicado, pero en quien pronto su esposa Matilde empieza a reclamarle los deberes económicos del hogar, pues hay hijas que mantener.

Pero el investigador musical también cuenta con un lado de manías y obsesiones, que además pasan por lo mental: en momentos de crisis cree ver ratas por todas partes y que le provocan cierta reacción en su cuerpo. Pero su pasión por la música no detiene su andar, y es además de un seguidor de Cecilia Barraza, su amiga y gran cantante en quien posa su mirada y a quien le habla de la preparación del manuscrito. 

¿De qué trata Le Dedico mi Silencio?

De esta manera, Mario Vargas Llosa lleva al lector a un viaje por el Perú y sus joyas musicales, como Chabuca Granda, Felipe Pinglo Alva o Toni Lagarde, con fragmentos de poemas vueltos canciones como “Ódiame” (“Ódiame por piedad, yo te lo pido, / ódiame sin medida ni clemencia”), de Federico Barreto, popularizada por Rafael Otero, pero también por una trama que lanza diversos anzuelos, como el valor de la cultura de su país, y también de lo que representa para él la cultura española.

Desde luego una obra que despliega con toda su categoría lingüística en un enramaje de historias que se desbordan, que muestran a un Vargas Llosa musical, que se luce en apreciaciones y notas de la historia de la música criolla, entre la huachafería y los distintos giros sociales, que dejan sin dudas de su trascendencia en América.

Por supuesto está Molfino como el as bajo la manga con que su personaje Azpilcueta invita a desafiar toda traba y aunque carga con sus demonios convertidos en ratas, también es un idealista, a quien así llaman sus amigos, y que en su libro buscaba más que la historia de Molfino, que se diera la unión del pueblo peruano a través de su música y su historia.

Esta es la reciente obra de Mario Vargas Llosa, quien este 28 de marzo cumple 88 años. 

rcm

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