Panteón de Belén: la verdad sobre sus leyendas
La realidad de algunas leyendas puede ser más sorprendente que la ficción.
La naturaleza de una leyenda es que la realidad histórica y la ficción sobrenatural se entremezclan, y eso sucedió con los relatos que salen del Panteón de Belén en Guadalajara.
Manuel Isaías García, colaborador y promotor de la Sociedad de Historia y de Estudios Culturales de Guadalajara, quien realiza investigaciones sobre mitos y leyendas, especialmente dentro de la mitología militar, también ha impartido conferencias sobre el Panteón de Belén y ahondó en dos de estos misterios.
Leyenda: El árbol del vampiro
Cuenta que un conde alemán llegó a Guadalajara alrededor de 1780, y era una persona a la que sólo podía verse en las calles por la noche. Tiempo después, los vecinos de la colonia Hidalgo comenzaron a experimentar varias muertes súbitas sin explicación aparente y asumieron que el conde Federico era el culpable detrás de los fallecimientos, por lo que le clavaron una estaca. Una vez en su sepulcro, de la estaca comenzó a crecer un árbol y se cree que el vampiro volverá para vengarse.
La realidad: De acuerdo con García, efectivamente existió un conde “lo que pasa es que era alguien muy extraño y en registros se teoriza que tenía fotosensibilidad en la piel, por eso salía en las noches. Pero simplemente era un extranjero que apenas entendía el español”. Las muertes en realidad eran infectados del cólera morbius, una enfermedad que en aquel momento no había los medios suficientes para investigarla y detectarla.
La leyenda de Nachito
Ignacio era el hijo de una familia acomodada el cuál desde muy temprana edad mostró un terror por la oscuridad, por lo que su habitación se mantenía iluminada durante las noches. Un día las velas se apagaron y el infante murió de miedo. Cuando fue sepultado, su féretro apareció después muchas veces afuera de la tumba, por lo que la familia optó por dejarlo en la superficie con velas alrededor.
La realidad: Nachito le temía a la oscuridad, pero también tenía una fotosensibilidad que podría acarrear un cáncer, por lo que el joven vivió una infancia difícil. Eventualmente, sus enfermedades acrecentaron hasta que perdió la vida “el féretro está debajo, pero la familia hace un monumento de la tumba del niño para simbolizar que está en la luz, protegido y que nada le va a pasar”.
García agregó que las hemerotecas de Guadalajara y del Museo Panteón de Belén así como la Biblioteca Iberoaméricana, tiene muchos libros sobre más mitos y leyendas del recinto para todos lo interesados.
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