Pinocho en el Zócalo de CdMx: la emotiva proyección que unió a chicos y grandes
Entre los asistentes, se encontraban niñas, niños, adultos y personas de la tercera edad, que formaron un cupo de 10 mil personas.
Pequeño niño de madera, de noble pino: te llamaremos Pinocho, así se escuchó Pinocho, película dirigida por el cineasta mexicano, Guillermo del Toro, en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México, mientras más de 10 mil asistentes vibraban con la marioneta.
Esta vez no se trató de un concierto de Grupo Firme, ni de algún artista como Joaquín Sabina o Los Ángeles Azules, sino que el gobierno de la Ciudad de México había decidido regalar, este 30 de diciembre, a niños, adultos y ancianos la oportunidad de ver la más reciente obra del mexicano galardonado a los Premios Óscar.
Pese a que la cita a la que la Secretaría de Cultura llamó a la ciudadanía era a las 18:00 horas, elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) anunciaron a los asistentes que la proyección del filme daría inicio a las 19:00 horas.
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En medio de la celebración de la Verbena Navideña 2022, que se lleva a cabo en el Zócalo capitalino, cientos de personas esperaron a que Pinocho comenzara.
Entre los asistentes, se encontraban niñas, niños, adultos y personas de la tercera edad, quienes aguardaban desde la inmensa fila el momento de ingresar al foro que el gobierno capitalino instaló, el cual contó con alrededor de 10 mil personas, así lo confirmó la Secretaría de Cultura.
Vendedores ambulantes, un Grinch, el Payaso Eso, entre otros personajes, amenizaban lo que sería un recorrido por la infancia mexicana, donde el personaje de origen italiano fue el ejemplo perfecto de lo que les podría pasar a los niños si mentían.
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"Si mientes, te va a crecer la nariz, como a Pinocho", recordaba la mamá de Francisco Olivethe, para enseñarle a decir la verdad.
Don Pancho, como indicó que le decían sus amigos, acudió a ver Pinocho desde Piedras Negras, Coahuila. Con ilusión en sus ojos, y acompañado de sus cuatro nietros, el anciano expresó que hasta el momento no le ha crecido la nariz, pues bromeó que "sólo miente para él".
Con una gran sonrisa, las extremidades caídas y el torso derecho, un Pinocho de tamaño real, de un metro con 20 centímetros, acompañado de su dueño, Daniel Vol, se dejó tocar por niños y grandes, mientras su creador buscaba darle la vida que caracteriza a aquel personaje: de madera pero con alma de niño.
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Vol es un joven de 22 años, que buscó recordar al icónico personaje de su infancia, mediante una marioneta hecha a mano. Explicó que su creación es de goma eva, un tipo de material más grueso que la madera.
Aquel niño de madera, agregó Daniel, se construyó a partir del amor y la nostalgia que Pinocho, de Guillermo del Toro, le causó. Fue hecho después de que la película viera la luz; tardó tres días y medio en hacerla, así lo señaló Vol, con mucho orgullo en su mirada.
Cuando la hora de México marcó las 18:00 horas, elementos de la SSC, en coordinación con personal de Locatel, permitieron la entrada al foro.
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Conforme los asistentes ingresaron al lugar, más personas comenzaron a llegar. Por un momento, el caos invadió a los uniformados, quienes con señales claras apuntaron que ninguna persona que no se hubiese formado, podría disfrutar, en los asientos, la película.
En punto de las 19:00 horas, una vez anunciadas las salidas de emergencia y advertido el público de que el filme pertenecía a Clasificación B, las luces del Zócalo de la Ciudad de México se apagaron para dar paso a Pinocho, de Guillermo del Toro, la cual tardó más de 10 años en filmarse.
Situada en 1914, cuando la Primera Guerra Mundial comenzó, las pantallas anunciaron la llegada de Gepetto, un viejo carpintero, que vive en Italia y que es feliz con su pequeño hijo, Carlo.
En la primera fila, se encontraba una persona en situación de calle, quien, con una bolsa de palomitas, se disponía a disfrutar de la película; demostrando así, que Guillermo del Toro entrega su arte a todas las clases sociales.
Entre risas, gritos de niños que disfrutaban de Pinocho y rostros atentos a la tensión que se vivía en el ambiente, en la megapantalla, un color rojo fuego iluminó a los asistentes cuando, por los estragos de la Gran Guerra, Carlo, el niño de Gepetto, fue aplastado por una bomba.
Si del Toro planeó dar un golpe de tristeza e impotencia, esta vez, frente al Zócalo capitalino, lo logró.
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"¡Mamá! ¡No! ¡Carlo estaba ahí!", gritó un niño, al ver que aquel pequeño ya no estaba más...
Pasaban los minutos, y entre la tristeza y rebeldía de aquel anciano por la pérdida de su amado hijo, la sala que daba a Palacio Nacional, guardaba silencio para esperar que algo bueno pasara... que algo cambiara el rumbo de la historia.
"Pequeño niño de madera, de noble pino: te llamaremos Pinocho", dijo el hada que había llegado para mejorar la vida del carpintero.
El ente mágico agregó, con gran energía: Que despiertes con el sol y llenes de alegría a ese pobre anciano desconsolado (...) para que nunca esté solo.
"¡Es Pinocho; es Pinocho!", sonó con voces infantiles prácticamente al unísono. Esa era la señal de esperanza que niños, jóvenes y ancianos estaban esperando.
No hubo mas que consuelo en las miradas de los asistentes. El ambiente recuperó su tono de alegría y la pantalla se iluminaba cada vez más. No era la aparición de Pinocho la que emocionó al público, sino la paz que Gepetto recuperó con el paso de los días.
Como en toda gran película, un villano tenía que contraponer la felicidad de los personajes; para eso, apareció Strómboli, un cirquero malvado que, junto a Spazzatura, mascota y empleado del ambicioso hombre, tenía la misión de quedarse con la exótica marioneta.
Strómboli representaba para una persona en especial la juventud, los días de cine y la emoción de recordarse a sí mismo.
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Manuel Díaz, un hombre de 84 años, había acudido a ver Pinocho sólo para recordar cuando interpretó al malvado cirquero, en una producción, según contó, de Elvia Rico.
Díaz, relató, conoció al niño de madera en una pequeña tele, la cual ponía a su disposición un vecino para que todos los pequeños de aquella comunidad pudieran disfrutar de las películas del momento. Por eso, decidió interpretar a Strómboli con un títere.
-¿Qué moraleja le dejó la primera vez que vio Pinocho, cuando era niño?
-Que los proyectos de pequeños, debemos llegar a lograrlos de adultos. Para que, entonces, los sueños se vuelvan una realidad.
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La película pasaba con el enojo de los asistentes que veían cómo Strómboli ideaba los mejores planes para apropiarse de Pinocho quien, desde luego, no pertenece a nadie, aunque sea un niño de madera.
Niñas y niños cantaron, como si de una canción de pop se tratara, el tema que interpreta Pinocho en el circo:
"Betún. Betún. ¿Quién no ama el Betún?", cantaban con emoción, ritmo y alegría los pequeños que se encontraban en la sala.
Luego de tantos momentos en que el niño de madera había colmado la paciencia del experimentado carpintero, Pinocho dijo unas palabras que unos papás que estaban entre los asistentes aprovecharon para utilizar como lección.
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"Entonces seré como Carlo: obedeceré en todo lo que me digas, papá", dijo la tierna marioneta a Gepetto, para intentar asemejarse a su amado hijo, a quien perdió.
Sin embargo, cuando aquel mounstro amenazó al niño de madera y, a su ahora compañero de aventuras, Spazzatura, el ambiente volvió a tornarse gris. Era como si los niños no supieran lo que pasaría pero los adultos, aunque sí, volvieran a temer por la vida de la marioneta, como en su infancia.
Por momentos, Guillermo del Toro había logrado pasmar a los niños, en cuerpo de adultos, que querían recordar la historia. Personas se llevaron la mano a la boca, en señal de asombro y, otras cuantas, se negaban a ver lo que sucedía.
Don Manuel Díaz, en cambio, puso tanta atención a aquella escena que soltó lágrimas por sus ya caídos párpados.
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El hada llegó para dar un suspiro de esperanza a los asistentes y una gran lección: que no debemos mentirle a las personas que amamos, dijo un niño que asistió al espectáculo.
Al terminar la película, las luces del foro se apagaron, al tiempo que el alumbrado de la Verbena Navideña 2022 se iluminó. Como si fuese parte de los preparativos que el gobierno de la Ciudad de México tenía para los asistentes, cuando los créditos Pinocho aparecieron, así también las primeras gotas de lluvia.
"Lo que debe pasar, pasará y, un día, ya no estamos".
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Fin.
RG
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