Descubren área parecida a Chernóbil en Pesquería, Nuevo León | VIDEO
Encontraron un área en Pesquería que luce como Chernóbil, zona abandonada tras un accidente nuclear en 1986.
Un joven descubrió en Nuevo León una zona que es muy parecida a Chernóbil, donde ocurrió una explosión que propagó una nube radioactiva en gran parte de lo que fue la Unión Soviética.
A través de TikTok, Los Primos Urbex compartieron un video donde se aprecia la zona.
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Al inicio del clip se muestra el fraccionamiento, con poco más de 100 casas, las cuales están completamente abandonadas.
Aunque no se sabe por qué el lugar quedó así, se dice que presuntamente estuvo en manos del crimen organizado o que estaba muy lejos de la ciudad, es por eso que le llamaron a la zona ‘Chernóbil’ de Nuevo León.
El terreno se encuentra pavimentado, sin embargo, ha sido alcanzado por la maleza e incluso árboles que se observan alrededor.
Las casas se muestran sin ventanas ni puertas, algunas han sido vandalizadas y en una se logran ver los disparos de algún arma que atravesó las paredes.
En otro clip se ven algunos juguetes regados en las calles, lo cual parece indicar que dentro de la población que habitaba en el fraccionamiento había menores de edad.
@losprimosurbex Este es el Chernobil de Nuevo León ????#losprimosurbex #lugaresabandonados #expedicionesurbanas #urbex #nuevoleon #chernobil #pesquerianuevoleon #monterrey #fraccionamiento #abandonado #casasabandonadas #pueblo #fantasma #colonia #misterio
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¿Qué pasó con Prípiat?
Aunque las partículas radiactivas viajaron a lo largo y a lo ancho, la limpieza se concentró en la zona de exclusión de Chernóbil, todo lo que hay en un radio de 30 kilómetros de la zona cero. Las evacuaciones comenzaron 36 horas después del accidente. Los primeros fueron los 50 mil habitantes de Prípiat, una ciudad a solo tres kilómetros de la central nuclear construida para los trabajadores y sus familias. Prípiat, con sus edificios, parques y monumentos públicos, sigue siendo una ciudad fantasma.
Pero mientras decenas de miles de personas eran evacuadas de casas a las que nunca volverían, decenas de miles acudieron a la zona. La mayoría tenían órdenes de trabajar en la descontaminación, otros vinieron por la ciencia, mientras que otros desafiaron las órdenes y volvieron a sus aldeas en cuanto tuvieron la oportunidad.
El nombre oficial de la iniciativa de limpieza era «liquidación de las consecuencias del accidente de Chernóbil» y los obreros se llamaban liquidadores. Tenían un trabajo imposible. Las partículas radiactivas son invisibles y no tienen sabor ni olor, pero en los focos donde se acumulaban lo contaminaban todo: ladrillos, ganado, hojas en el suelo.
Estas partículas no pueden destruirse; lo único que podían hacer los liquidadores era enterrarlas o tratar de sellarlas de algún modo. Algunos trabajaron en los pueblos arrasando cultivos, talando bosques e incluso enterrando la propia capa superior de la tierra.
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Alrededor de la central nuclear, algunos trabajos —como recoger los restos radiactivos o verter hormigón para sellar el reactor— eran tan peligrosos que los hombres podían absorber dosis letales de radiación en minutos.
¿Hay vida en Chernóbil?
Elena Buntova, así como otros científicos, respondieron a la llamada de Chernóbil por un motivo muy diferente al de los liquidadores. Esta doctora en biología acudió tras el accidente para estudiar los efectos de la radiación en la fauna y nunca se marchó.
"En los primeros años después del accidente, los mejores científicos de toda la URSS vinieron a Chernóbil para trabajar, así que fue muy interesante cooperar con ellos", contó Buntova. Fue la oportunidad de toda una vida y también el lugar donde conoció a su marido, Sergei Lapiha. Él había crecido cerca de Chernóbil y se conocieron en una cafetería dentro de la zona de exclusión.
Debido a su edad y sus lazos con el lugar, Buntova y Lapiha forman parte de un pequeño grupo de reasentados que han obtenido permiso del gobierno ucraniano para vivir en la zona a tiempo completo. Admiten que vivir en Chernóbil es arriesgado y perturbador, sobre todo porque los niños están prohibidos. Ambos tuvieron hijos antes de conocerse, pero como cualquiera de menos de 18 años es más susceptible a la radiación ionizante, sus hijos nunca pudieron entrar en la zona.
En la actualidad, se aplica lo mismo a sus nietos. Con todo, han vivido aquí durante 30 años y ahora que han superado los 60 y están jubilados, no tienen pensado mudarse. Cuando les pregunto por qué, Lapiha se queda pensativo y responde: «Soy feliz en Chernóbil».
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