Mujeres danzantes en Jalisco: más allá de la tradición o el género
Integrantes de procesiones religiosas buscan o heredan su lugar para conservar el legado
Cumplir una manda, continuar la tradición familiar o defender su lugar en una actividad realizada en su mayoría por hombres, son algunas de las razones que llevaron a varias danzantes a participar en una expresión artística, donde el origen prehispánico y la fe católica siguen bailando juntos.
Rosaura García Guevara tiene 40 años, de los cuales 11 ha danzando con Los Morenos de Cajititlán (Tlajomulco, Jalisco), el grupo que anuncia la llegada de Los Tres Reyes Magos, cada mes de enero. Esta tradición de venerar a los sabios para tener una buena pesca, con más de cuatro siglos de antigüedad, es parte de Rosaura desde que decidió cumplir una manda a los Reyes, hace algunos años.
“Debía una manda para mi hijo, primero baile y ahora empezamos a danzar juntos”.
La parte primordial del traje de los danzantes, de este pueblo pesquero, es la máscara. Está hecha con madera, tallada por los mismos danzantes o un artesano en específico, y simula en rostro de una persona de raza negra, con labios rojos, lenguas o cuernos, depende del gusto. Debajo de la misma, se colocan paliacates para proteger el rostro y contener el sudor. El atuendo se complementa con una capa y un traje, que puede ser de terciopelo o telas brillantes, emulando los trajes de los reyes y con motivos religiosos, como la Virgen de Guadalupe o alguno de los sabios.
El incógnito que genera el portar la máscara fue algo atractivo para una joven, que decidió desde chica integrase a la danza. Carol Reyes Rosales, tiene 15 años y baila desde los 3. Su tío José Macías Rosales, tiene 40 años bailando y es uno de los principales artesanos de máscaras de Morenos. Carol baila desde pequeña, pero actualmente es la única que lo hace de un grupo numeroso de hermanos.
“Mis hermanos salían a bailar, pero ahora solo yo. Siempre me gustó esta parte del incógnito, el que no te ubican cuando bailas, si eres hombre, mujer o quién eres”.
Danza guerrera
En la zona metropolitanaexiste otra expresión artística de sincretismo religioso. Se trata de Los Tastoanes, de Tonalá, Jalisco. Los danzantes conjugan la fe por el Santo Santiago, y el triunfo de los indígenas contra los españoles, en una danza-batalla, que se celebra el mes de marzo, con más de 400 años de historia.
Ya que se recrea una pelea, la ejecución de esta tradición se llama “jugada” y además de baile a los tastoanes se les golpea con una vara en los pies, así que ser tastoán es ser un guerrero valiente.
Esta demostración de fuerza fue lo que impulso a Miriam OIivares Pila, de 20 años. De rostro poderoso y negra cabellera, Miriam comparte que lleva 13 años en las “jugadas”, pero no fue fácil el llegar, ya que no la dejaban por ser mujer.
“Conocía a mujeres que querían entrar a las jugadas, pero no nos dejaban. Mi familia empezó a hacer jugadas de mujeres, pero esto tiene apenas 10 años. Lo hicimos porque queremos mantener viva la tradición y que no nos digan ‘es que no vas a aguantar los varazos’. Nos gusta la adrenalina y las mujeres somos muy valientes”.
El atuendo del tastoán incluye una máscara de baqueta y migajón, creada al gusto, en la que se incorpora una peluca de ixtle o cola de caballo. Antes de ponérsela, las mujeres trenzan su cabello, para evitar que se los corten con la vara. El atuendo se complementa con una gabardina, pantalón y botas altas para protegerse. Algunas portan un espada como parte del traje.
Por otra parte, Leslie Chitica Noriega legó su amor por la danza a la pequeña Zoé, quien para su cumpleaños número 2 pidió su máscara.
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“Tengo 15 años bailando. Mi papá salía y toda la familia, así que seguimos la tradición. Con tan solo oír la música se me alegra el corazón. Zoé tiene tres años, pero el año pasado su abuela le regaló su máscara, ama ser tastoán”.
Por los hijos ausentes
Pedir por los que están lejos y demostrar su fe es parte de la misión de la Danza Sonajera de Nuestra Señora de Santa Anita.
Integrada en su mayoría por mujeres, este grupo de feligreses se unen a celebraciones como el día de la Virgen de Guadalupe y el de la Virgen de Zapopan, pero en su localidad cuentan con dos festividades esenciales, durante el mes de febrero: el día de la Virgen de Santa Anita y el de los hijos ausentes.
Este último tiene un sabor agridulce, ya que está dedicada a los habitantes de dicho pueblo que viven en Estados Unidos, a la cita asisten contingentes de distintas partes del país, para sumarse al rezo por aquellos que están más allá de la frontera.
María Guadalupe Méndez tiene 58 años y 40 danzando, siguiendo una tradición con 88 años de historia. Ella la ha compartido con sus hijos, nueras y nietos.
“En esta danza el 70 por ciento somos mujeres, nuestro traje es como el de los indios, llevamos en la espalda la imagen de la Virgen de Santa Anita, una sonaja y en los pies botas con placas de acero para que suenen durante el recorrido”.
En esta festividad la participación de la mujer es fundamental, ya que es quien lleva el estandarte al principio del contingente. Antes se procuraba que fuera una señorita, quien pasaría la estafeta cuando se casara. Además del estandarte, el ritmo se lleva con un tambor, flauta y las sonajas.
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