Fuerza espiritual y tradición: así se vivió el Tendido de Cristos en Guadalajara
Cada Viernes Santo, San Martín de Hidalgo se ilumina con una devoción centenaria que ha cruzado fronteras y corazones.
Cada Viernes Santo, una tradición única en México cobra vida entre el aroma del romero, los tonos verdes del huerto de Getsemaní y el silencio respetuoso de cientos de fieles que se reúnen en torno al Cristo tendido.
Se trata del Tendido de Cristos, una manifestación religiosa con más de 200 años de historia en San Martín de Hidalgo, Jalisco, que ha comenzado a expandirse con fuerza hacia la capital jalisciense.
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A diferencia de otros rituales religiosos, el Tendido de Cristos no ocurre en iglesias ni templos, sino en el corazón de los hogares. En San Martín, 54 casas abren sus puertas cada año para transformarse en capillas ardientes, donde cada familia prepara con esmero un altar en honor a Jesucristo, representando el duelo por su crucifixión.
¿Cómo fue el Tendido de Cristos en Guadalajara?
Este año, Guadalajara fue testigo de esta emotiva práctica. Del jueves 10 al sábado 12 de abril, en el atrio del Templo de Nuestra Señora de la Merced, ubicado en Avenida Hidalgo 412, se montaron altares con devoción y detalle, replicando fielmente los elementos simbólicos del Tendido.
El Tendido de Cristos no solo es un acto religioso, sino una experiencia profundamente simbólica. Cada elemento que forma parte del altar tiene un significado: el romero, por ejemplo, evoca los aromas usados para ungir a los muertos en tiempos antiguos; el color verde simboliza el huerto de Getsemaní, lugar de la oración final de Jesús; mientras que los pescados secos representan el renacimiento y la vida nueva.
La figura de Cristo es cuidadosamente preparada. Se le baña con aceites y algodones en un acto de reverencia, se le viste con un cendal blanco, una tela que se renueva cada año, y se le rodea con elementos que remiten a su pasión y muerte: clavos, naranjas, flores y veladoras.
Estela Navarro, originaria de San Martín de Hidalgo y residente en Guadalajara, lleva 18 años tendiendo su “Cristito” en casa, una práctica que comenzó tras la pérdida de su hijo.
“Hace 18 años que empecé a tender mi Cristito, a raíz de que murió mi hijo, y se llamaba Emanuel… cada año lo tendemos, casi igual, aquí con sus naranjas y con sus clavos”, compartió con emoción.
Su hija, María del Carmen Díaz, también participa cada año, encontrando en esta tradición una forma de introspección, recogimiento y conexión con su fe.
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Gracias a su profundo valor simbólico y comunitario, el Tendido de Cristos ha sido reconocido como patrimonio cultural inmaterial por las autoridades municipales de San Martín. Su expansión hacia Guadalajara no es solo un reflejo de la migración interna de sus fieles, sino también del interés creciente por preservar y compartir esta tradición con nuevas generaciones y públicos.
Este Viernes Santo, el atrio del templo de la Merced se convirtió en un espacio de recogimiento, oración y contemplación, abierto al público que deseaba acercarse a esta manifestación de fe. Así, Guadalajara se une al eco de un ritual que, lejos de apagarse, sigue floreciendo con fuerza, esperanza y comunidad.
AM
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