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Humo de incendios forestales cubre oeste de Estados Unidos 

Debido a una contaminación del aire en máximos históricos, la población tapaba con toallas los quicios de las puertas para impedir la entrada del humo.

Editorial Telediario Nacional /

ESTADOS UNIDOS.- El humo de los incendios, el cual representa un peligro para la salud de millones de personas, cubría la costa oeste de Estados Unidos al tiempo que los bomberos combatían los incendios forestales que han arrasado poblados y han causado el desalojo de decenas de miles, la más reciente de una cadena de calamidades ocurridas este año.  

Para quienes lidian con la pandemia de coronavirus, las consecuencias económicas resultantes y las evidentes tensiones políticas derivadas de las protestas del movimiento Black Lives Matter y las contraprotestas de grupos de derecha, los incendios añaden un nuevo componente de miseria.  

“¿Qué sigue? Tenemos las protestas, la pandemia de coronavirus, ahora los incendios forestales. ¿Qué más puede salir mal?”, lamentó Danielle Oliver, de 40 años, de Happy Valley, al sureste de Portland.  

La cifra de muertes por los incendios en los estados de California, Oregon y Washington llegó a 28 y se espera que aumente considerablemente. La mayoría de los fallecimientos ocurrieron en California y Oregon.  

El director de manejo de emergencias en Oregon dijo que las autoridades se preparaban para un “evento fatal de gran escala” en caso que se encuentren más cadáveres entre las cenizas. Y el jefe de bomberos del estado renunció tras ser puesto abruptamente en licencia administrativa.  

El superintendente de la policía estatal indicó que la crisis exigía una respuesta urgente que obligaba un cambio de liderazgo.  

Oliver tiene un trastorno autoinmune que la hace vulnerable al humo de los incendios forestales y aceptó desalojar su vivienda. Se sentía nerviosa por tener que ir a un albergue, debido al coronavirus, pero dormir en un vehículo con su esposo, su hija de 15 años, dos perros y un gato no era una opción viable. Se tranquilizó ante las revisiones de temperatura y el distanciamiento social en un albergue de la Cruz Roja. Ahora la familia está a la espera y tiene la esperanza de que su casa sobreviva. Oliver ha vivido antes la experiencia de quedarse sin casa.  

“Estoy cansada. Estoy cansada de comenzar de nuevo. Conseguir todo, trabajar por todo y después perderlo todo”, apuntó. Quienes aún tenían sus casas no estaban a salvo en ellas. Medio millón de habitantes de Oregón tenían aviso de evacuación u órdenes de desalojar.  

Debido a una contaminación del aire en máximos históricos, la población tapaba con toallas los quicios de las puertas para impedir la entrada de humo. Algunas incluso utilizaban mascarillas N95 dentro de sus viviendas.  

Algunas comunidades lucían como ciudades bombardeadas de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, debido a los inmuebles reducidos a pilas de escombros chamuscados sobre tierra ennegrecida. Los habitantes lograban huir mientras se acercaban las llamas o enfrentaban la muerte.  

El cadáver de Millicent Catarancuic fue encontrado cerca de un vehículo en su finca de dos hectáreas (cinco acres) en Berry Creek, California. Las llamas llegaron con tanta rapidez que ella no tuvo tiempo de huir.  

dezr

ESTADOS UNIDOS.- El humo de los incendios, el cual representa un peligro para la salud de millones de personas, cubría la costa oeste de Estados Unidos al tiempo que los bomberos combatían los incendios forestales que han arrasado poblados y han causado el desalojo de decenas de miles, la más reciente de una cadena de calamidades ocurridas este año.  

Para quienes lidian con la pandemia de coronavirus, las consecuencias económicas resultantes y las evidentes tensiones políticas derivadas de las protestas del movimiento Black Lives Matter y las contraprotestas de grupos de derecha, los incendios añaden un nuevo componente de miseria.  

“¿Qué sigue? Tenemos las protestas, la pandemia de coronavirus, ahora los incendios forestales. ¿Qué más puede salir mal?”, lamentó Danielle Oliver, de 40 años, de Happy Valley, al sureste de Portland.  

La cifra de muertes por los incendios en los estados de California, Oregon y Washington llegó a 28 y se espera que aumente considerablemente. La mayoría de los fallecimientos ocurrieron en California y Oregon.  

El director de manejo de emergencias en Oregon dijo que las autoridades se preparaban para un “evento fatal de gran escala” en caso que se encuentren más cadáveres entre las cenizas. Y el jefe de bomberos del estado renunció tras ser puesto abruptamente en licencia administrativa.  

El superintendente de la policía estatal indicó que la crisis exigía una respuesta urgente que obligaba un cambio de liderazgo.  

Oliver tiene un trastorno autoinmune que la hace vulnerable al humo de los incendios forestales y aceptó desalojar su vivienda. Se sentía nerviosa por tener que ir a un albergue, debido al coronavirus, pero dormir en un vehículo con su esposo, su hija de 15 años, dos perros y un gato no era una opción viable. Se tranquilizó ante las revisiones de temperatura y el distanciamiento social en un albergue de la Cruz Roja. Ahora la familia está a la espera y tiene la esperanza de que su casa sobreviva. Oliver ha vivido antes la experiencia de quedarse sin casa.  

“Estoy cansada. Estoy cansada de comenzar de nuevo. Conseguir todo, trabajar por todo y después perderlo todo”, apuntó. Quienes aún tenían sus casas no estaban a salvo en ellas. Medio millón de habitantes de Oregón tenían aviso de evacuación u órdenes de desalojar.  

Debido a una contaminación del aire en máximos históricos, la población tapaba con toallas los quicios de las puertas para impedir la entrada de humo. Algunas incluso utilizaban mascarillas N95 dentro de sus viviendas.  

Algunas comunidades lucían como ciudades bombardeadas de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, debido a los inmuebles reducidos a pilas de escombros chamuscados sobre tierra ennegrecida. Los habitantes lograban huir mientras se acercaban las llamas o enfrentaban la muerte.  

El cadáver de Millicent Catarancuic fue encontrado cerca de un vehículo en su finca de dos hectáreas (cinco acres) en Berry Creek, California. Las llamas llegaron con tanta rapidez que ella no tuvo tiempo de huir.  

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