Benito, el hombre que vive bajo una enorme roca
A pesar que le han ofrecido más de 2 millones de pesos por su modesta casa, Benito asegura que no está en venta, pues quiere hacerla un punto turístico.
COAHUILA.- Benito Hernández dice que la gente lo llama “el hombre de las cavernas” o “el pica piedras”, porque construyó su hogar en medio del desierto del norte de Coahuila bajo una roca de 850 toneladas.
“Yo tenía como ocho años la primera vez que estuve aquí y me gustó. Un día que esté grande a lo mejor me caso, tengo familia y me vengo para acá... así pensé y cumplí mi sueño”, comentó.
Hace 60 años Benito quedó cautivado por esa formación rocosa que rebasa los 15 metros de altura, cuando trabajaba en los campos de candelilla. Pasaron dos décadas para que fuera dueño del terreno y, con ayuda de su esposa, convirtió la roca en su hogar.
“Viera usted el trabajo que me costó cavar y cavar debajo de la piedra. De todo padecí: los fríos, los soles... hambre. Harto, pues, trabajé para mi esposa y mis siete chavalillos; la hija mayor tiene 43 años y aquí creció”, recordó.
Luego hay que caminar desierto adentro y ahí, entre nopaleras y campos de maguey, surge la estructura rocosa bajo la que vive.
La peculiar construcción está cerca de San José de Las Piedras, Coahuila, a 805 kilómetros de la frontera con Texas. Desde Piedras Negras hay que recorrer 400 kilómetros de carretera y estrechos caminos de terracería.
HOGAR MODESTO
Se trata de una casa modesta de tres cuartos, uno de los cuales sirve al mismo tiempo de cocina, sala y comedor. Para brindar la mayor comodidad posible a su familia, instaló una estufa que arde con madera para conservar el calor.
“Muchos años nos alumbramos con lámparas de gas o con ‘el mueble’, pero ya no sirve”, dice al señalar una vieja camioneta.
La naturaleza, afirmó, le dio una “ayudadita”, pues su casa bajo la roca se localiza cerca de un manantial de montaña, por lo que siempre cuentan con agua fresca y pura.
“Aquí hay todo, todo lo que no tienen los que están más allá. Por ejemplo, los ganaderos tienen terrenos, pero no agua, sus presas están vacías”.
Benito asegura que la enorme roca cobija a su familia del frío invierno y protege del asfixiante calor del verano. El contrastante clima del desierto.
“Hasta siete grados bajo cero, y a unos 47 que estamos ahorita, pero vea, aquí la casa está harto fresca. Por eso me gusta. Aquí uno donde la padece es afuera”, comentó.
A sus 68 años, Benito sobrevive en medio del sofocante desierto sembrando calabaza y produciendo candelilla, por lo que cobra 60 pesos al día. También sueña con que su casa bajo la piedra se convierta en una atracción para los viajeros “pa’ ya no trabajar, que ya el mismo turismo me mantenga”, señaló.
NO ESTÁ A LA VENTA
Benito asegura que más de uno ha llegado a ofrecerle grandes cantidades de dinero por su hogar pero, aunque las carencias son muchas, dice que no hay monto que alcance para pagar lo que realmente vale la casa bajo la piedra.
“Me han ofrecido mucho dinero por este terreno. Hasta 2 millones de volada, pero pues no. Ya lo dije yo: Ni modo, tengo más fama que dinero”.
Los siete hijos de Benito dejaron su hogar, el más joven lo hizo hace un par de años. Hoy tiene miedo de que cuando él falte su descendencia abandone la casa.
Antes de despedirse cuenta leyendas de tesoros escondidos, de indios que se aparecían y espantaban a los visitantes. Presume las rocas sobre las que, asegura, los antepasados han dejado valiosos vestigios, y contempla con cierta nostalgia el árido paisaje del desierto, donde dice que ha visto el cielo más azul y las estrellas más brillantes.
“Estoy orgulloso de vivir aquí. Aquí tengo muchas cosas que ni yo conozco. Aquí veo lo que en el pueblo no se puede ver. En las ciudades no se ven las estrellas. Aquí, en mi casa de piedra, es donde me gustaría terminar”, concluyó.
mmr
COAHUILA.- Benito Hernández dice que la gente lo llama “el hombre de las cavernas” o “el pica piedras”, porque construyó su hogar en medio del desierto del norte de Coahuila bajo una roca de 850 toneladas.
“Yo tenía como ocho años la primera vez que estuve aquí y me gustó. Un día que esté grande a lo mejor me caso, tengo familia y me vengo para acá... así pensé y cumplí mi sueño”, comentó.
Hace 60 años Benito quedó cautivado por esa formación rocosa que rebasa los 15 metros de altura, cuando trabajaba en los campos de candelilla. Pasaron dos décadas para que fuera dueño del terreno y, con ayuda de su esposa, convirtió la roca en su hogar.
La peculiar construcción está cerca de San José de Las Piedras, Coahuila, a 805 kilómetros de la frontera con Texas. Desde Piedras Negras hay que recorrer 400 kilómetros de carretera y estrechos caminos de terracería. Luego hay que caminar desierto adentro y ahí, entre nopaleras y campos de maguey, surge la estructura rocosa bajo la que vive.
HOGAR MODESTO
Se trata de una casa modesta de tres cuartos, uno de los cuales sirve al mismo tiempo de cocina, sala y comedor.
Para brindar la mayor comodidad posible a su familia, instaló una estufa que arde con madera para conservar el calor.
“Muchos años nos alumbramos con lámparas de gas o con ‘el mueble’, pero ya no sirve”, dice al señalar una vieja camioneta.
La naturaleza, afirmó, le dio una “ayudadita”, pues su casa bajo la roca se localiza cerca de un manantial de montaña, por lo que siempre cuentan con agua fresca y pura. “Aquí hay todo, todo lo que no tienen los que están más allá. Por ejemplo, los ganaderos tienen terrenos, pero no agua, sus presas están vacías”.
Benito asegura que la enorme roca cobija a su familia del frío invierno y protege del asfixiante calor del verano. El contrastante clima del desierto.
“Hasta siete grados bajo cero, y a unos 47 que estamos ahorita, pero vea, aquí la casa está harto fresca. Por eso me gusta. Aquí uno donde la padece es afuera”, comentó.
A sus 68 años, Benito sobrevive en medio del sofocante desierto sembrando calabaza y produciendo candelilla, por lo que cobra 60 pesos al día.
También sueña con que su casa bajo la piedra se convierta en una atracción para los viajeros “pa’ ya no trabajar, que ya el mismo turismo me mantenga”, señaló.
NO ESTÁ A LA VENTA
Los siete hijos de Benito dejaron su hogar, el más joven lo hizo hace un par de años. Hoy tiene miedo de que cuando él falte su descendencia abandone la casa.
Antes de despedirse cuenta leyendas de tesoros escondidos, de indios que se aparecían y espantaban a los visitantes. Presume las rocas sobre las que, asegura, los antepasados han dejado valiosos vestigios, y contempla con cierta nostalgia el árido paisaje del desierto, donde dice que ha visto el cielo más azul y las estrellas más brillantes.
“Estoy orgulloso de vivir aquí. Aquí tengo muchas cosas que ni yo conozco. Aquí veo lo que en el pueblo no se puede ver. En las ciudades no se ven las estrellas. Aquí, en mi casa de piedra, es donde me gustaría terminar”, concluyó.
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