En México, freno industrial de 11 estados impacta al Pentágono
México es ahora un sitio de origen para numerosos sistemas bélicos empleados por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
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MÉXICO.- Contra una tradición de pacifismo, México es ya un engrane vital para la maquinaria militar más poderosa del planeta, la estadunidense. En unas horas, tras semanas de insistencia por parte de Washington, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tendrá que tomar una decisión difícil: ¿cómo? y si es que reactiva la producción de una centena de fábricas en 11 estados que elaboran sistemas y subsistemas bélicos para el Pentágono.
Todo, sin poner en riesgo la salud de miles de empleados mexicanos debido a la crisis sanitaria. Hoy, numerosos sistemas producidos o integrados por manos mexicanas alimentan parte del complejo militar-industrial de Estados Unidos: el avión que vuela en Afganistán tiene partes mexicanas.
El dron que patrulla Yemen, también. Lo mismo el sistema con el que se apunta a un misil sobre un enemigo, que cuenta con algún componente desarrollado o integrado en una fábrica al sur del Bravo. Miles de mexicanos trabajan día a día en la industria aeroespacial - no solo para alimentar líneas aéreas comerciales-, sino sostener los intereses estratégicos de Washington en sitios como el Medio Oriente, los Balcanes o Asia.
Un listado elaborado por el Departamento de Comercio de Estados Unidos, en 2018, detalló que tras casi una década de crecimiento ininterrumpido ya tenían presencia en 11 estados del territorio nacional 300 corporativos aeroespaciales estadunidenses, algunos de ellos con una relación directa con el Pentágono como Boeing, Gulfstream, Northrop Grumman y la subsidiaria americana de la británica BAE Systems.
Entre sus portafolios militares venden aviones con sistemas de ataque, misiles balísticos y drones artillados. Pero también hay empresas menos conocidas como las tijuanenses Esterline de México, que produce, entre otras cosas, explosivos de alto poder para misiles, Cobham SA de CV, que provee de aislamiento térmico al avión más moderno del mundo -el F-35- y, Hartwell-Mexicali, productora de las bisagras que sellan las cabinas de bombarderos y cazas supersónicos.
En Baja California también tienen presencia otras compañías, como Souriau, que según su página web desarrolla "múltiples productos para aplicaciones específicas y entornos como conexiones de filtro para asegurar la transmisión de datos seguros y confiables en sistemas de disparo rápido para misiles".
William Hartung, director del programa de Armas del Centro de Política Internacional de Washington (CIP por sus siglas en inglés), consideró que la mano de obra barata terminó atrayendo también a los productores bélicos.
"El Pentágono y productores estadunidenses de armas están cada vez más volteando a empresas no estadounidenses para que produzcan componentes para sistemas de armas.
El papel de las empresas mexicanas había recibido poca atención hasta esta crisis", consideró "Una pregunta que queda abierta -agregó- es qué componentes están haciendo las firmas mexicanas y para qué sistemas de armamento.
Si esos productos están siendo enviados a regímenes represores o en guerras en activo, el público mexicano seguramente debatirá sobre su hacer estos componentes en México es adecuado", dijo. Adecuado o no, el negocio es multimillonario: la industria aeroespacial en México ha tenido un crecimiento de doble dígito en la última década y en 2019 exportó más de 8 mil millones de dólares de productos, principalmente a Estados Unidos.
Es un caudal en que se incluyen productos civiles, como los desarrollados por Bombardier en Querétaro, pero también equipos cuyo fin último es militar.
Justo esa poco explorada pero real dependencia es hoy uno de los temas centrales de la relación bilateral. Durante semanas, el gobierno de Donald Trump ha insistido en que la industria aeronáutica en México sea catalogada por el gobierno mexicano como un sector esencial, para permitir el regreso de los trabajadores a las líneas de producción. Es un tema que tiene ramificaciones a los más altos niveles políticos y empresariales de Washington.
"He tenido discusiones con nuestro embajador en México (Christopher Landau), CEOs de corporativos estadounidenses, miembros del Senado y la Cámara de Representantes y otros oficiales del Departamento de Estado (...) para resaltar cuáles son las empresas claves que están constriñendo nuestra distribución de productos de defensa.
Queremos impulsar su apertura en México", aseguró la semana pasada la subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, Ellen Lord.
Pero Hartung advirtió que la primera potencia del planeta no corre ningún riesgo real por esperar unas semanas más, hasta que la pandemia de covid-19 haya corrido su curso y sea seguro para los empleados mexicanos regresar a las fábricas.
"La prisa del Pentágono por mantener la producción de armas es un error enorme que pone en peligro a los trabajadores. Un retraso de unos meses no impactará de ninguna forma la capacidad de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos", sentenció.
mmr
MÉXICO.- Contra una tradición de pacifismo, México es ya un engrane vital para la maquinaria militar más poderosa del planeta, la estadunidense. En unas horas, tras semanas de insistencia por parte de Washington, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tendrá que tomar una decisión difícil: ¿cómo? y si es que reactiva la producción de una centena de fábricas en 11 estados que elaboran sistemas y subsistemas bélicos para el Pentágono.
Todo, sin poner en riesgo la salud de miles de empleados mexicanos debido a la crisis sanitaria. Hoy, numerosos sistemas producidos o integrados por manos mexicanas alimentan parte del complejo militar-industrial de Estados Unidos: el avión que vuela en Afganistán tiene partes mexicanas.
El dron que patrulla Yemen, también. Lo mismo el sistema con el que se apunta a un misil sobre un enemigo, que cuenta con algún componente desarrollado o integrado en una fábrica al sur del Bravo. Miles de mexicanos trabajan día a día en la industria aeroespacial - no solo para alimentar líneas aéreas comerciales-, sino sostener los intereses estratégicos de Washington en sitios como el Medio Oriente, los Balcanes o Asia.
Un listado elaborado por el Departamento de Comercio de Estados Unidos, en 2018, detalló que tras casi una década de crecimiento ininterrumpido ya tenían presencia en 11 estados del territorio nacional 300 corporativos aeroespaciales estadunidenses, algunos de ellos con una relación directa con el Pentágono como Boeing, Gulfstream, Northrop Grumman y la subsidiaria americana de la británica BAE Systems.
Entre sus portafolios militares venden aviones con sistemas de ataque, misiles balísticos y drones artillados. Pero también hay empresas menos conocidas como las tijuanenses Esterline de México, que produce, entre otras cosas, explosivos de alto poder para misiles, Cobham SA de CV, que provee de aislamiento térmico al avión más moderno del mundo -el F-35- y, Hartwell-Mexicali, productora de las bisagras que sellan las cabinas de bombarderos y cazas supersónicos.
En Baja California también tienen presencia otras compañías, como Souriau, que según su página web desarrolla "múltiples productos para aplicaciones específicas y entornos como conexiones de filtro para asegurar la transmisión de datos seguros y confiables en sistemas de disparo rápido para misiles".
William Hartung, director del programa de Armas del Centro de Política Internacional de Washington (CIP por sus siglas en inglés), consideró que la mano de obra barata terminó atrayendo también a los productores bélicos.
"El Pentágono y productores estadunidenses de armas están cada vez más volteando a empresas no estadounidenses para que produzcan componentes para sistemas de armas.
El papel de las empresas mexicanas había recibido poca atención hasta esta crisis", consideró "Una pregunta que queda abierta -agregó- es qué componentes están haciendo las firmas mexicanas y para qué sistemas de armamento.
Si esos productos están siendo enviados a regímenes represores o en guerras en activo, el público mexicano seguramente debatirá sobre su hacer estos componentes en México es adecuado", dijo. Adecuado o no, el negocio es multimillonario: la industria aeroespacial en México ha tenido un crecimiento de doble dígito en la última década y en 2019 exportó más de 8 mil millones de dólares de productos, principalmente a Estados Unidos.
Es un caudal en que se incluyen productos civiles, como los desarrollados por Bombardier en Querétaro, pero también equipos cuyo fin último es militar.
Justo esa poco explorada pero real dependencia es hoy uno de los temas centrales de la relación bilateral. Durante semanas, el gobierno de Donald Trump ha insistido en que la industria aeronáutica en México sea catalogada por el gobierno mexicano como un sector esencial, para permitir el regreso de los trabajadores a las líneas de producción. Es un tema que tiene ramificaciones a los más altos niveles políticos y empresariales de Washington.
"He tenido discusiones con nuestro embajador en México (Christopher Landau), CEOs de corporativos estadounidenses, miembros del Senado y la Cámara de Representantes y otros oficiales del Departamento de Estado (...) para resaltar cuáles son las empresas claves que están constriñendo nuestra distribución de productos de defensa.
Queremos impulsar su apertura en México", aseguró la semana pasada la subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, Ellen Lord.
Pero Hartung advirtió que la primera potencia del planeta no corre ningún riesgo real por esperar unas semanas más, hasta que la pandemia de covid-19 haya corrido su curso y sea seguro para los empleados mexicanos regresar a las fábricas.
"La prisa del Pentágono por mantener la producción de armas es un error enorme que pone en peligro a los trabajadores. Un retraso de unos meses no impactará de ninguna forma la capacidad de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos", sentenció.
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