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Así operaba ‘El Chori’, capo de La Unión Tepito que metía droga a México en peluches

Era uno de los capos chilangos más buscados desde 2019, por el que incluso llegaron a ofrecer hasta 50 mil pesos a quien diera información.

Óscar Balderas Ciudad de México /

Hay criminales a los que se les califica, erróneamente, como “capos” cuando son detenidos. O se les llama “jefes de plaza” para elevar su perfil en redes sociales; sin embargo, cualquier adjetivo es justificado para referirse a Eduardo Ramírez Tiburcio, El Chori.

Su detención durante el lunes 18 de marzo en un operativo que le llevo meses cuadrar a la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) sí es la de un peso pesado del crimen organizado en la Ciudad de México.

Desde 2019, la policía de la Ciudad de México lo perseguía afanosamente. En aquel año, un policía federal de 37 años llamado Omar García Harfuch presentó a la entonces jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum un plan de trabajo que prometía acabar con La Unión Tepito antes del fin de 2024, usando los datos que acumuló durante su paso por la Agencia de Investigación Criminal, si lo elegía como secretario de Seguridad Ciudadana.

Al centro de esa promesa estaban los objetivos prioritarios que serían detenidos en los próximos cinco años. Una breve lista de los delincuentes que en 2018 llevaron a la capital mexicana a un pico histórico de homicidios dolosos y la más alta percepción de inseguridad en la historia. Y entre ellos estaba el nombre, alias y fotos de El Chori, así como sus cuatro ingresos a reclusorios capitalinos.

El Chori no era cualquier integrante de La Unión Tepito

Además de ser un miembro fundador del grupo delictivo de La Unión Tepito, operaba como el jefe máximo y canciller del cártel chilango que lograba que kilos de cocaína volaran desde Colombia y llegaran por tierra hasta el primer cuadro del Centro Histórico capitalino, así como mercancía apócrifa que recibía desde Centroamérica.

El Chori se movilizaba en una camioneta junto a su novia hasta que fue detenido / @c4jimenez
El Chori se movilizaba en una camioneta junto a su novia hasta que fue detenido / @c4jimenez

En los hechos, era una especie de ministro de Relaciones Exteriores del crimen organizado chilango, encargado también de los vínculos con mafiosos peruanos, bolivianos y ecuatorianos, según una fuente consultada por MILENIO que participó en la elaboración de aquel informe de García Harfuch.

Por ejemplo, la policía capitalina sabía que El Chori tenía contactos en Medellín y Envigado, Colombia, quienes le enviaban cocaína dentro de figuras de peluche que atravesaban sin problemas los detectores de droga del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para venderse después en calles cercanas a Palacio Nacional –como República de Bolivia–, donde sus socios los recogían con claves.

“Llegaba alguien a un local que controlaba La Unión Tepito y pedía un peluche especial. Entonces le mostraban un Mickey Mouse, un Elmo, un Pokemón, lo que sea, y esa persona pagaba 50 o 60 mil pesos en efectivo por el juguete, porque ya sabía que iba cargado de cocaína. Así ‘El Chori’ logró que su grupo delictivo ganara millones de dólares en los últimos años. Y se empoderó como ninguno”.

No era cualquier líder de plaza en CdMx

Desde el 2014, El Chori ya era líder de sanguinarios sicarios, jefe de extorsionadores y protagonista de decenas de casos que lo ligan a secuestros, feminicidios y narcomenudeo en seis alcaldías.

Tan prioritaria era su captura que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México ofrecía 5 millones de pesos en recompensa para quien diera pistas sobre su paradero. La más alta en la historia reciente de la capital mexicana. Nadie supera esa cifra a nivel local. Quien más se le acerca es el recién detenido y fugado Fabián Osvaldo “N”, El Cachorro de La Ronda 88, cuya detención vale 3 millones de pesos.

A pesar de su reputación de escurridizo, el 18 de marzo, a las 19:33 horas, el capo encontró su destino, según el acta del Registro Nacional de Detenciones.

Un grupo de élite de la policía capitalina rodeó el inmueble donde lo habían ubicado cuatro días antes: una casa sin número exterior entre las calles Telchac y Conan en la colonia Héroes de Padierna en la zona del Ajusco, Tlalpan, entre una gasolinera, una tienda de abarrotes y un hotel de paso. El operativo relámpago no dio tiempo a sus escoltas de reaccionar y la detención se logró sin un sólo disparo.

Apenas cuatro días antes, en esa misma colonia, la policía capitalina y la Fiscalía de la Ciudad de México detuvieron a dos personas con armas, drogas y vehículos robados como parte de un triple cateo ejecutado simultáneamente en el Ajusco, Polanco y Lomas de Chapultepec que decomisó más de 31 millones de pesos a un grupo criminal aún no especificado.

Ficha de recompensa por El Chori
Ficha de recompensa por El Chori

De poco le sirvió a El Chori presentarse como Juan Manuel Bernal Córdova, haber bajado drásticamente de peso y dejarse crecer la barba, bigote y cabello para despistar a sus cazadores. Sus 165 centímetros de altura registrados en una foto de ingreso al reclusorio Norte y un tatuaje en el brazo izquierdo y otro en la espalda confirmaron a la policía que estaban frente al hombre cuya caída se le había prometido a Claudia Sheinbaum casi al inicio de su administración.

El Chori estaba apadrinado por ‘La Barbie’

Como muchos criminales de alto kilataje, El Chori tiene su propia leyenda: cuentan en Tepito que antes del 2010 era un narcomenudista conocido en la colonia Morelos, pero sin poder propio. En el crimen local brillaba, en realidad, por su cercanía con la familia Camarillo, cuyo patriarca Fidel Camarillo, El Papirrín, era conocido y temido en los años noventa por ser el zar de las drogas en el Barrio Bravo.

El Chori buscaba una oportunidad para crecer por sí mismo en el crimen organizado y la encontró en la primavera de ese año gracias a Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, un antiguo miembro del Cártel de Sinaloa que en 2009 se había librado del dominio de su jefe, Arturo Beltrán Leyva, tras su abatimiento en Cuernavaca, Morelos, a manos de marinos mexicanos.

La Barbie quería hacer un movimiento osado: asentar su imperio criminal en la Ciudad de México desde el centro de la capital. No tenía lealtad a nadie, sólo a sí mismo y a su ambición: convertir a Tepito en su bastión, como Joaquín El Chapo Guzmán lo había hecho con Culiacán.

La historia que narran policías, narcotraficantes, fiscales y periodistas es que La Barbie convocó en mayo de 2010 a los más importantes criminales locales en una vecindad en la calle Hojalatería, casi esquina con Mineros, para proponerles formar un solo grupo criminal que, a cambio de su lealtad y verticalidad, recibiría mejores precios para la reventa de droga además de protección federal.

Junto a él estaba un ex policía judicial federal de Nuevo Laredo, Tamaulipas, conocido como El Moco, quien actuaría como intermediario entre el texano Édgar Valdez y los tepiteños.

Tras siete horas de negociaciones, La Unión Tepito nació con menos de 20 fundadores que en el futuro ensangrentarían a la ciudad, como Francisco Javier Hernández Gómez, El Pancho Cayagua, y un joven Eduardo “N” que desde los pisos medios del nuevo organigrama se preparaba para convertirse en uno de los hombres más buscados del país.

El Chori fue el sucesor del liderato de 'La Unión Tepito'

A los tres meses de aquella reunión, La Barbie fue detenido en una casa de campo cercana a la zona de La Marquesa en el Estado de México, lo que aceleró un cambio de guardia en La Unión Tepito, que enfrentaba a imitadores, enemigos y a otras expresiones criminales de nombres similares como La Unión Insurgentes.

Durante años, el grupo criminal pudo operar con relativa facilidad debido a que el discurso oficial no reconocía la presencia de cárteles en la Ciudad de México y menos uno cuya acta de nacimiento estuviera firmada en la entonces delegación Cuauhtémoc, el corazón político del país. Como nadie los buscaba, todos trabajaban a sus anchas.

Pero a medida que las autoridades locales fueron obligadas por la realidad a reconocer su existencia, una serie de ejecuciones, traiciones y detenciones han cimbrado al cártel chilango: en octubre de 2017, Pancho Cayagua fue asesinado y su lugar lo tomó El Moco, quien fue detenido en mayo de 2018.

Su asiento lo ocupó brevemente Roberto Mollado, El Betito, pero tras ser arrestado ese mismo año su poder se dinamitó y esparció en varios liderazgos jóvenes y violentos. Uno de ellos fue Óscar Andrés Flores, El Lunares, pero su captura en 2020 dejó vacío, otra vez, el cargo más alto de la organización criminal.

La policía capitalina cree que en aquel año Eduardo Ramírez Tiburcio, El Chori, pasó de fundador y miembro destacado a convertirse en el líder más importante de La Unión Tepito gracias a sus nexos con la vieja guardia del barrio –como la familia Camarillo–, su habilidad para colocar a su alrededor a personas de confianza, como su padre Alberto El General Borja Ramírez –detenido en septiembre de 2022– y su capacidad para hacer tratos internacionales.

Bajo su mandato, El Chori ganó la simpatía de la base del cártel chilango gracias a que recuperó cargamentos de mercancía apócrifa y precursores químicos detenidos en China y otros países de Asia por la pandemia de covid-19, así como la consolidación de nuevos y mejores tratos con cárteles colombianos, además de la rápida expansión de “la empresa” a otros mercados ilegales, como los préstamos usureros a emprendedores afectados por la crisis económica que dejó el coronavirus y la invasión de predios en alcaldías como Benito Juárez, Coyoacán y Miguel Hidalgo.

La captura del “canciller” anuncia que los fundadores de La Unión Tepito son ya una especie en peligro de extinción. Los últimos de su especie. Los que, en aquella reunión con La Barbie, cambiaron para mal la historia de la capital mexicana.

Y anuncia también una nueva etapa en la ciudad: la cacería de la nueva generación de líderes que, desde hoy, ya quieren ocupar el puesto de El Chori y sus tratos sucios dentro y fuera de la urbe más grande de México.

KGA

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