Chofer conduce por las casas llevándoles la tarea a alumnos sin internet
Antes de la pandemia, Luis trasladaba a chicos con discapacidad a sus escuelas. Hoy, además de ser el nexo entre niños y docentes, también les acerca comida, medicamentos y cubrebocas.
Luis Rivarola de 51 años de edad ha declarado como mantra que “no puede abandonar a los chicos”. Él es transportista, maneja una combi escolar y durante 20 años hasta antes del inicio de la pandemia, se encargó de trasladar a niños con discapacidad a sus escuelas. Para enero, las obras sociales que realizaba a cargo del costo de esos viajes ya le debían 6 meses de trabajo. Con la cuarentena los colegios se vieron cerraros y su fuente de ingresos terminó de desaparecer.
Sin embargo, ante la difícil situación, su dedicación por los chicos no se vio afectadas. Desde entonces, Luis colabora de forma voluntaria llevando casa por casa la tarea a los alumnos, también llevando bolsas de alimentos, remedios y cubrebocas.
Asiste a más de 40 chicos, recorriendo el sur del Conurbano de Lanús, Banfield, Temperley, Lomas de Zamora, Guernica y Longchamps. “Salgo todos los días a repartir. Soy el nexo entre las familias y las escuelas. Muchos de estos alumnos no tiene internet, así que los mantenemos conectados con sus docentes de esta manera”, explicó Luis.
“Es un momento muy difícil para ellos. Están acostumbrados a la escuela y a estudiar con un acompañante terapéutico. Necesitan estimulación: tenían fonoaudiología y algunos hasta iban a pileta. Todo eso se cortó", detalla. Y advierte que "están los que no tienen computadora, televisión ni acceso a Internet. Y hay casos más graves de barrios muy carenciados en los que directamente están sin agua”.
Además de todo, según destaca Luis, que muchos de ellos sufren problemas respiratorios, por lo cual deben de mantenerse en estricto aislamiento, pues se convierten en parte del grupo más vulnerable.
"A sus familias las entiendo perfectamente”, sigue. Y explica que su capacidad para empatizar también tiene que ver con su historia personal: “Mi hijo Elías, de 12 años, tiene síndrome de Down. En mi caso, por suerte, nos acompañamos con mi mujer pero hay chicos que cuentan solo con su mamá o su papá y necesitan más apoyo. El Estado se olvidó de ellos y yo no puedo mirar para otro lado”, afirma.
A su vez, comenta que otro transportista, que se enteró de lo que estaba haciendo por los chicos, le donó plata para comprar mercadería y cubrir gastos básicos. De ahí saca para completar las entregas con golosinas. La intención es que "los nenes se pongan contentos".
Su mujer tiene una pizzería cerca de su casa de Guernica. Las ventas de ese local, que ahora funciona con "take away" y repartos, se transformaron en el único ingreso familiar: “Cuando vuelvo de entregar las tareas me pongo a trabajar de delivery en el emprendimiento de mi esposa. Además, uso la camioneta como flete, soy un busca”.
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