Edward Hopper, el artista norteamericano que inmortalizó el Cerro de la Silla de Monterrey
Alejandro Pérez Cervantes analiza el legado en México del pintor en el libro “Edward Hopper en el norte de México”.
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Entre 1943 y 1951, Edward Hopper, uno de los grandes pintores del realismo norteamericano visitó México, y en especial las ciudades de Saltillo, Monterrey, Oaxaca y Guanajuato llamaron su atención para capturar escenarios en algunas de sus grandes pinturas.
Momentos clave de la obra pictórica del artista neoyorquino que son abordados por Alejandro Pérez Cervantes (Saltillo, Coahuila, 1973) en su libro “Edward Hopper en el norte de México”, editado por la UANL.
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Cuáles lugares de Saltillo pintó Edward Hopper
En este libro, el investigador aborda las visitas que hizo Hopper a Saltillo, la primera en 1943, hospedándose junto con su esposa Josephine Nivison en Casa Guajardo, donde desde el techo pintó las acuarelas “Palms at Saltillo”, “Saltillo Rooftops”, “Sierra Madre at Saltillo” y “Saltillo Mansion”, y la segunda en 1946, cuando se hospedó junto a su esposa en el hotel Arizpe, donde desde la azotea (su estrategia más óptima para crear) pintó “Church of San Esteban”, “El Palacio”, “Construction in Mexico” y “Roofs”.
Muchas de ellas conservadas en importantes museos de Estados Unidos.
Entre techos del centro histórico de Saltillo, cúpulas de iglesias, contrastes arquitectónicos de los sitios a su alrededor, vistas del tradicional ladrillo de la capital coahuilense, algún perfil de la Casa Guajardo, detalles ornamentales, frondas de la Alameda Ignacio Zaragoza; fondos del Cerro del Pueblo y de la sierra de Zapalinamé (cuyo nombre honra a un caudillo indio de la región), la Sierra Madre; enormes palmeras, un enorme nogal (árbol característico de la región), así como bardas de adobe, chimeneas, edificios emblemáticos y demás elementos, destacan de su obra pictórica realizada en esta ciudad.
Ausencia de cuerpos humanos en el arte de Hopper
Aquí ya se notaban las características que habrían de distinguir su obra en México, de las que Pérez Cervantes menciona en este libro, como la ausencia de figura humana, “contrastes erigidos por la luz y por la sombra”, “extraña fotogenia” y “sincretismo de la arquitectura norestense de la época, evitando el pintoresquismo, congelando sus motivos en una particular atemporalidad, en una inmovilidad de carácter cuasi onírico” (pág. 59).
Su más célebre pintura del espacio saltillense es “El Palacio”, de acuarela y grafito sobre papel conservada en el museo Whitney de Arte Americano de Nueva York.
En esta obra que opta por un punto de vista hacia el sur poniente de la ciudad, sobre la calle Victoria, se aprecian tres edificios emblemáticos: la entonces popular tienda de artesanías y sarapes llamada La Favorita, que cruza con la calle Acuña, el cine Palacio y el primer templo metodista de Saltillo fundado en 1895.
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Destaca la perspectiva atmosférica de la Alameda Ignacio Zaragoza. El cine también era uno de los grandes temas de Hopper. El emblemático cine coahuilense cerró en 2016, para convertirse en una cadena de zapaterías.
Ante el paso de los años y las alteraciones de los edificios, en especial en esta pintura, Pérez Cervantes reflexiona sobre si Hopper quiso perpetuar la memoria de los espacios, al considerar que la demolición ha aparecido como muestra de los cambios amparados en el progreso.
Así que los temas de Hopper como la soledad, la identidad de las ciudades como fachadas, el tránsito y la fugacidad se aplican muy bien en estos tiempos. El autor muestra fotos actuales de los lugares que pintó Hopper.
Qué pintó Hopper sobre Monterrey
El 1 de septiembre de 1943, Hopper y su esposa llegaron a Monterrey. Se hospedaron por cinco días en el hotel Monterrey, en la esquina de las céntricas calles de Zaragoza y Morelos. Aquí pintó “Monterrey Cathedral” y “Sierra Madre at Monterrey”, que plasmó desde la terraza en el lado sur del hotel.
En la primera, la Catedral es el motivo principal que tiene como fondo el emblemático Cerro de la Silla, con destellos y contrastes de colores, y la segunda destaca el llamativo paisaje montañoso que tiene en la parte inferior construcciones de la época, con “un rico juego de luces y sombras y ese cambio de plano enunciado en la variación de las tonalidades” (pág. 63). “Monterrey Cathedral” pertenece al acervo del Philadelphia Museum of Art y “Sierra Madre at Monterrey” está en resguardo del Terra Museum of American Art en Chicago, Illinois.
Hopper y su esposa volvieron a Monterrey en 1955 para retomar el motivo de la Sierra Madre, pero el pintor ya tenía serios problemas de salud, por lo que regresaron a Nueva York. De ahí ya no salieron. Ambos murieron en 1967.
En 1955 también visitaron Guanajuato y Oaxaca. De este viaje, que como era habitual en ellos, lo hicieron en automóvil, Hopper dejó los dos últimos testimonios pictóricos de México: “Mountains at Guanajuato” y “Cliffs near Mitla”.
Este volumen de Pérez Cervantes incluye desde luego un marco teórico y conceptual de la obra de Hopper, además de un apartado sobre su esposa Josephine, quien lo acompañó en todos sus viajes a México.
rcm
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