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Control del Cártel de Sinaloa cambia de manos: quiénes son los jóvenes en puestos clave

El Cártel de Sinaloa ha sido durante décadas la organización criminal más grande del país y actualmente atraviesa una etapa de renovación.

Óscar Balderas Ciudad de México. /

El Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones más conocidas de México y el mundo, se encuentra en renovación; con sus fundadores y antiguos líderes en prisión, muertos o desaparecidos, la nueva generación del grupo emerge con elementos jóvenes, nacidos entre 1996 y 2004, lo que representa un reto inédito para las autoridades mexicanas e internacionales.

En marzo de 2024, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos oficializó entre sus documentos quiénes se encuentran en la siguiente generación que dirigirá al Cártel de Sinaloa.

¿Quiénes son los futuros líderes del Cártel de Sinaloa?

De acuerdo con las autoridades estadunidenses, los herederos del cártel son los hermanos Porthos, de 28 años, y Arturo D’Artagnan Marín González, de 27, —sí, como los mosqueteros de Dumas—, quienes están acusados de ser los líderes en operaciones de lavado de dinero y compra de fentanilo a través de un negocio de celulares, llamado Smart Depot en Culiacán, Sinaloa.

Sin embargo, estos no son los únicos niños de los 90 con altas posiciones en el cártel. Según el documento de las autoridades, también se encuentra Adilene Mayre Robledo, nacida en 1997 y cuyo rol en la organización es concretar tratos millonarios de fentanilo y reclutar a vendedores de drogas.

Mientras Jesús Tirado Andrade (1996) y los hermanos Edy y Alexis Vergara (1992 y 1996, respectivamente) son fichados por el país vecino como influyentes narcotraficantes.

El Cártel de Sinaloa libra una guerra interna con dos facciones principales | Reuters
El Cártel de Sinaloa libra una guerra interna con dos facciones principales | Reuters

​En otras palabras, estos jóvenes no fueron reclutados para desempeñar labores de los puestos bajos del crimen organizado, como halconear o vender drogas en pocas cantidades, sino que son líderes y coordinan complejas tareas de las que depende el éxito financiero de la empresa criminal.

“Esta nueva generación que nació en los 90 y 2000 tiene toda la vida viviendo con los actuales niveles de violencia; ellos tenían 10 años cuando Felipe Calderón lanzó la guerra contra el narco y ven a la violencia como algo normal”, dijo Ioan Grillo, autor de libros sobre narcotráfico.

Los Chapitos, la facción que reveló el cambio generacional en el Cártel de Sinaloa

Un año antes de la publicación del Departamento de Tesoro de los Estados Unidos, en México, una detención puso en ojos del público el cambio de guardia en el Cártel de Sinaloa: la mano derecha de Néstor Isidro Pérez, El Nini — ex jefe de seguridad de Los Chapitos—, conocido como El Humberto, cayó tras meses de una persecución discreta. La fotografía que mostró la Secretaría de la Defensa Nacional exhibió sus rasgos todavía de niño.

Nacido en 2001 y con apenas 23 años, El Humberto tenía una ocupación clave: coordinar el trasiego de armas largas desde Estados Unidos hasta Sinaloa para armar a La Chapiza, el pelotón de jóvenes que se encarga de la seguridad de Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Joaquín Guzmán López.

El joven criminal contaba con jefes de plaza desde Sinaloa hasta Arizona, la mayoría con actas de nacimiento fechadas entre 2002 y 2007.

Futuros líderes del Cártel de Sinaloa, un reto no visto para las autoridades

La juventud de este liderazgo al interior del Cártel de Sinaloa implica un reto para cualquier estrategia de pacificación de parte de las autoridades.

Una diferencia notoria es que los fundadores del cártel de Sinaloa y otros viejos liderazgos entraron al crimen organizado para huir de la pobreza que azotaba en el siglo pasado a la zona del Triángulo Dorado, conformado por Sinaloa, Chihuahua y Durango.

​Joaquín Guzmán Loera, Ismael Zambada García y Rafael Caro Quintero provenían de comunidades paupérrimas, nacieron sin poder y desde niños abandonaron la escuela.

Sin embargo, la siguiente generación viene de familias con enormes fortunas. Desde pequeños aprendieron a moverse en círculos de poder con políticos, empresarios e influencers, y asistieron a los colegios más caros donde aprendieron idiomas y negocios internacionales.

“Yo soy escéptico de las becas y los apoyos, porque si de verdad las transferencias directas fueran la receta para la paz, este sexenio no habría terminado como el más violento de la historia moderna”, comentó Víctor Hernández, especialista en seguridad nacional de la Universidad Panamericana.


A diferencia de la primera generación, que buscaba alejarse de la pobreza, la nueva sangre va detrás de la reputación

En el desierto de Sonora, entre Caborca y El Sásabe, hay un jefe de plaza del Cártel de Sinaloa que los traficantes de migrantes conocen como El Cesarín; sin embargo, los agentes policiales en Arizona le llaman El Chiquilín.

Polleros y policías lo describen como ambicioso, sanguinario, aficionado a las camionetas de lujo y ropa de marca, pero resalta por dos datos: no rebasa los 25 años y se apellida Quintero.

Su tropa es todavía más joven; en el norte de Sonora es cotidiano ver a halcones en la pubertad que reportan a checadores adolescentes. Son para el crimen “desechables” los que tienen una probabilidad de 40 por ciento de ser asesinados o encarcelados al cabo de 10 años. 

Los “niños de los 90” tienen una debilidad: no son migrantes, sino nativos digitales y su vida en internet es intensa. 

“La imprudencia de subir sus fotos y armas hace fácil a las áreas de inteligencia encontrar a esa gente; el problema es que en cualquier fiscalía de este país las áreas de informática forense o ciberseguridad son diminutas; no son más de 20 personas por estado”, reflexionó Víctor Hernández.

El especialista consideró que se le ha puesto mucha atención a los patrullajes aleatorios que requieren de miles de personas en el terreno; no obstante, “faltan perfiles técnicos en las áreas de Inteligencia”

​KT

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