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“Como no quedé muerta no había pensión”: Rosa narra injusticia tras explosiones en Guadalajara del 92

Rosa María, víctima de la tragedia del 22 de abril de 1992, recuerda cómo sobrevivió de milagro a las explosiones y denuncia la falta de justicia.

Gloria Reza Guadalajara, Jalisco /

Han pasado 33 años desde uno de los días más oscuros en la historia de Guadalajara: el 22 de abril de 1992, una serie de explosiones devastó el barrio de Analco, provocadas por una acumulación de gas metano en el sistema de alcantarillado.

El desastre dejó una estela de muerte, destrucción y heridas que aún no cierran para muchos, entre ellos, Rosa María del Carmen Alcántar, quien entonces era una joven maestra y vivió de cerca el horror.

“Iba pasando justo por la calle que explota, que es la calle de Violeta, de ahí me voló y mi carro quedó sepultado”, recuerda Rosa María.

Su vehículo fue tragado por el suelo y ella fue rescatada por personas que, sin dudarlo, la sacaron del auto por la parte superior. Aunque logró caminar en ese momento, pronto perdió la movilidad en las piernas y tuvo que ser trasladada de urgencia a una clínica.

“Me reconstruyeron la columna vertebral, tuve aplastamiento de cinco vértebras, el disco, la clavícula… tengo dos varillas en la columna, fue mucho tiempo de rehabilitación”, relata.

¿Las víctimas recibieron alguna compensación?

Para Rosa María, la tragedia no terminó con su recuperación física. La falta de apoyo por parte de las autoridades fue, según dice, una segunda herida, más dolorosa y prolongada.

“No les pagaron sus viviendas al precio real… los carros te los pagaron a como ellos quisieron, y a los familiares de las víctimas les daban mil 500, 2 mil 500 pesos por deudo”, señala con indignación.

También recuerda que, pese a las valoraciones médicas, no recibió pensión alguna por las secuelas que aún la acompañan.

“Decidieron que como no quedé paralítica o muerta, pues no había pensión para mí”, lamenta.

Rosa María también pone en duda la cifra oficial de fallecidos, que se mantiene en poco más de 200 personas.

“Cuando pasaron dos años de las explosiones, hubo una convocatoria para que la gente clavara una cruz por cada familiar perdido. Las personas empezaron a salir con sus cruces, y luego llegaron camionetas del gobierno a quitarlas porque los reporteros las estaban contando”, cuenta.

Hoy, tres décadas después, la maestra Rosa no deja que el recuerdo se apague. Con cada generación de alumnos, revive la historia del 22 de abril, no por rencor, sino por memoria y conciencia. 

“Siempre les hago memoria del 22 de abril, pero no porque uno quiera echar limón a la herida, sino porque no se vuelva a repetir”, concluye.

El testimonio de Rosa es uno entre muchos, pero su voz resuena como un llamado urgente a la memoria colectiva, a la exigencia de justicia y a la necesidad de no olvidar lo que Guadalajara vivió aquella trágica mañana.

AM

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