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“Calavera Garbancera” la obra que dio origen a “La Catrina”

Antes de la tradicional “Catrina” de Día de Muertos fue primero la “Calavera Garbancera”, una obra para criticar a mujeres pobres que buscaban parecer ricas.

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Editorial Telediario Nacional /

ESPECIAL. -  Este fin de semana se celebra en México el Día de Muertos, tradición mexicana que fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, y “La Catrina” es sin duda uno de los elementos típicos de esta celebración; sin embargo, casi nadie conoce el origen humilde de la “glamourosa” calavera surgida como una crítica a las mujeres pobres.

TE RECOMENDAMOS: Seguidora de Keith Ranier coordinó desfile de Día de Muertos en la CDMX

Y es que “La Catrina”, como la conocemos actualmente, apareció por primera vez en 1947 en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” del pintor mexicano Diego Rivera; el cual se inspiró en la obra creada originalmente 74 años antes, en 1873, por el artista José Guadalupe Posada bajo el nombre de “Calavera Garbancera”.

La “Calavera Garbancera” es un grabado con el que se buscaba criticar a las mujeres pobres y con sangre indígena que negaban su origen y pretendían ser como la gente adinerada de origen europeo. Su nombre alude al oficio de vender garbanza en mercados y la vía pública.

En los huesos, pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz”, es como Posada describe a la “Calavera Garbancera” cuya imagen original era un busto de un esqueleto desnudo vestido sólo con un gran sombrero; el resto del cuerpo, el vestido, las joyas, estola y zapatos fueron añadidos por Diego Rivera decenas de años despues.

La imagen de la “Calavera Garbancera” apareció impresa en un texto de la época titulado “Remate de calaveras alegres y sandungueras” escrito a modo de “calavera literaria”, un género surgido en la Nueva España durante el Virreinato.

¿Qué dice la calaverita “Remate de calaveras alegres y sandungueras”?

El texto Remate de calaveras alegres y sandungueras”, ilustrado con la “Calavera Garbancera” es una fuerte crítica que hoy podría considerarse polémica debido a los duros términos con los que se describe a quienes reniegan de su origen con “joyas baratas” y que desde el inicio son llamadas “gatas”.

A continuación, el texto íntegro de “Remate de calaveras alegres y sandungueras” publicado en 1913, año del fallecimiento de Guadalupe Posada.

Hay hermosas garbanceras,

de corsé y alto tacón;

pero han de ser calaveras,

calaveras del montón.

 

 

Gata que te pintas chapas

con ladrillo o bermellón:

la muerte dirá: "no escapas,

eres cráneo del montón".

 

Un examen voy a hacer,

con gran justificación,

y en él han de aparecer

muchos cráneos del montón.

 

Hay unas gatas ingratas,

muy llenas de presunción

y matreras como ratas,

que compran joyas baratas

en las ventas de ocasión.

 

A veces se llaman Rita,

otras se llaman Consuelo,

y a otras les dicen Pepita;

a ésas la muerte les grita:

"No se duerman, que yo velo;

y en llegando la ocasión,

que no mucho ha de tardar,

heridas por un torzón,

calaveras del montón,

al hoyo iréis a parar".

 

Hay unas Rosas fragantes,

porque compran Pachulí

unas Trinis trigarantes,

y unas Choles palpitantes,

dulces como un pirulí;

pero también la pelona

les dice sin emoción,

"no olviden a mi persona,

que les guarda una corona

de muelas en el panteón".

 

Vienen luego las mañosas

que Conchas se hacen llamar,

y que aunque sean pretenciosas,

no tienen perlas preciosas,

sino mugre hasta más dar.

A éstas y a las Filomenas,

que usan vestido zancón

y andan de algodón rellenas,

les ha de acabar sus penas

la Flaca con su azadón.

 

Siguen las Petras airosas,

las Clotildes y Manuelas,

que puercas y mantecosas,

son flojas y pingajosas

y rompen muchas cazuelas.

La enlutada misteriosa,

que impera allá en el panteón,

y es algo cavilosa,

con su guadaña filosa

las echará al socavón.

 

Las Adelaidas traidoras,

que aparentan emoción

si oyen frases seductoras,

y que son estafadoras

y muy flojas de pilón;

se han de ver próximamente,

sin poderlo remediar,

sumidas enteramente

en el hoyo pestilente

de donde no han de escapar.

 

Las Enrriquetas melosas,

unidas a las Julianas

y a las Virginias tramposas,

que compran baratas cosas,

aunque resulten mal sanas;

pagarán su picudez

y sus mañas de agiotista,

sumiéndose en la estrechez

y en la inmunda lobreguez

porque la muerte es muy lista.

 

Las pulidas Carolinas,

que se van a platicar

en la tienda y las esquinas,

y se la echan de catrinas

porque se saben peinar:

han de dejar sin excusa

los listones y el crepé,

y en un hoyo cual de tuza,

se hundirán con todo y blusa,

con choclos y con corsé.

 

Las Marcelas y las Saras,

que al cine van a gozar,

vendiendo hasta las cucharas,

y se embadurnan las caras

porque pretenden gustar,

serán indudablemente,

sin ninguna discusión,

de improviso o lentamente

esqueleto pestilente,

calaveras del montón.

 

Y las gatas de figón,

que se hacen llamar Carmela,

por producir emoción,

y tienen bodegón

tan sucio que desconsuela;

han de pagar su pereza

que da mortificación,

sumiéndose de cabeza

en el fondo de la mesa,

a ser cráneos del montón.

 

En fin, las Lupes y Pitas,

las Eduwigis y Lalas,

las perfumadas Anitas,

las Julias y las Chuchitas

tan amantes de las galas;

han de sentir por final,

diciendo "miren qué caso",

el guadañazo fatal,

y liadas como tamal,

verán que llegó su ocaso.

 

Pero no quiero olvidar

a las lindas Margaritas,

tan amantes de bailar,

y a quienes gusta calentar,

porque se creen muy bonitas.

La muerte las ha de herir,

sin mirar su presunción,

y aunque se van a afligir

yo les tengo que decir

"calaveras del montón".

 

Las Gumersindas e Irenes,

las Gilbertas y Ramonas,

que quieren siempre ir en trenes,

y que alzan mucho las sienes

porque se juzgan personas;

las Melquiades y Rebecas,

las Amalias y Juanitas,

que unas son sucias y mecas

y otras se juzgan muñecas

y presumen de bonitas.

 

Las Romanas y Esperanzas,

las Anastasias famosas,

que son gurbias y muy lanzas

y parecen gatas mansas,

porque son muy labiosas;

todas, todas en montón,

sin poderlo remediar,

en llegando la ocasión,

calaveras del montón,

en la tumba han de parar.

 

ESPECIAL. -  Este fin de semana se celebra en México el Día de Muertos, tradición mexicana que fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, y “La Catrina” es sin duda uno de los elementos típicos de esta celebración; sin embargo, casi nadie conoce el origen humilde de la “glamourosa” calavera surgida como una crítica a las mujeres pobres.

TE RECOMENDAMOS: Seguidora de Keith Ranier coordinó desfile de Día de Muertos en la CDMX

Y es que “La Catrina”, como la conocemos actualmente, apareció por primera vez en 1947 en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” del pintor mexicano Diego Rivera; el cual se inspiró en la obra creada originalmente 74 años antes, en 1873, por el artista José Guadalupe Posadas bajo el nombre de “Calavera Garbancera”.

La “Calavera Garbancera” es un grabado con el que se buscaba criticar a las mujeres pobres y con sangre indígena que negaban su origen y pretendían ser como la gente adinerada de origen europeo. Su nombre alude al oficio de vender garbanza en mercados y la vía pública.

“En los huesos, pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz”, es como Posadas describe a la “Calavera Garbancera” cuya imagen original era un busto de un esqueleto desnudo vestido sólo con un gran sombrero; el resto del cuerpo, el vestido, las joyas, estola y zapatos fueron añadidos por Diego Rivera decenas de años despues.

La imagen de la “Calavera Garbancera” apareció impresa en un texto de la época titulado “Remate de calaveras alegres y sandungueras” escrito a modo de “calavera literaria”, un género surgido en la Nueva España durante el Virreinato.

¿Qué dice la calaverita “Remate de calaveras alegres y sandungueras”?

El texto “Remate de calaveras alegres y sandungueras”, ilustrado con la “Calavera Garbancera” es una fuerte crítica que hoy podría considerarse polémica debido a los duros términos con los que se describe a quienes reniegan de su origen con “joyas baratas” y que desde el inicio son llamadas “gatas”.

A continuación, el texto íntegro de “Remate de calaveras alegres y sandungueras” publicado en 1913, año del fallecimiento de Guadalupe Posadas.

Hay hermosas garbanceras,

de corsé y alto tacón;

pero han de ser calaveras,

calaveras del montón.

Gata que te pintas chapas

con ladrillo o bermellón:

la muerte dirá: "no escapas,

eres cráneo del montón".

Un examen voy a hacer,

con gran justificación,

y en él han de aparecer

muchos cráneos del montón.

Hay unas gatas ingratas,

muy llenas de presunción

y matreras como ratas,

que compran joyas baratas

en las ventas de ocasión.

A veces se llaman Rita,

otras se llaman Consuelo,

y a otras les dicen Pepita;

a ésas la muerte les grita:

"No se duerman, que yo velo;

y en llegando la ocasión,

que no mucho ha de tardar,

heridas por un torzón,

calaveras del montón,

al hoyo iréis a parar".

Hay unas Rosas fragantes,

porque compran Pachulí

unas Trinis trigarantes,

y unas Choles palpitantes,

dulces como un pirulí;

pero también la pelona

les dice sin emoción,

"no olviden a mi persona,

que les guarda una corona

de muelas en el panteón".

Vienen luego las mañosas

que Conchas se hacen llamar,

y que aunque sean pretenciosas,

no tienen perlas preciosas,

sino mugre hasta más dar.

A éstas y a las Filomenas,

que usan vestido zancón

y andan de algodón rellenas,

les ha de acabar sus penas

la Flaca con su azadón.

Siguen las Petras airosas,

las Clotildes y Manuelas,

que puercas y mantecosas,

son flojas y pingajosas

y rompen muchas cazuelas.

La enlutada misteriosa,

que impera allá en el panteón,

y es algo cavilosa,

con su guadaña filosa

las echará al socavón.

Las Adelaidas traidoras,

que aparentan emoción

si oyen frases seductoras,

y que son estafadoras

y muy flojas de pilón;

se han de ver próximamente,

sin poderlo remediar,

sumidas enteramente

en el hoyo pestilente

de donde no han de escapar.

Las Enrriquetas melosas,

unidas a las Julianas

y a las Virginias tramposas,

que compran baratas cosas,

aunque resulten mal sanas;

pagarán su picudez

y sus mañas de agiotista,

sumiéndose en la estrechez

y en la inmunda lobreguez

porque la muerte es muy lista.

Las pulidas Carolinas,

que se van a platicar

en la tienda y las esquinas,

y se la echan de catrinas

porque se saben peinar:

han de dejar sin excusa

los listones y el crepé,

y en un hoyo cual de tuza,

se hundirán con todo y blusa,

con choclos y con corsé.

Las Marcelas y las Saras,

que al cine van a gozar,

vendiendo hasta las cucharas,

y se embadurnan las caras

porque pretenden gustar,

serán indudablemente,

sin ninguna discusión,

de improviso o lentamente

esqueleto pestilente,

calaveras del montón.

Y las gatas de figón,

que se hacen llamar Carmela,

por producir emoción,

y tienen bodegón

tan sucio que desconsuela;

han de pagar su pereza

que da mortificación,

sumiéndose de cabeza

en el fondo de la mesa,

a ser cráneos del montón.

En fin, las Lupes y Pitas,

las Eduwigis y Lalas,

las perfumadas Anitas,

las Julias y las Chuchitas

tan amantes de las galas;

han de sentir por final,

diciendo "miren qué caso",

el guadañazo fatal,

y liadas como tamal,

verán que llegó su ocaso.

Pero no quiero olvidar

a las lindas Margaritas,

tan amantes de bailar,

y a quienes gusta calentar,

porque se creen muy bonitas.

La muerte las ha de herir,

sin mirar su presunción,

y aunque se van a afligir

yo les tengo que decir

"calaveras del montón".

Las Gumersindas e Irenes,

las Gilbertas y Ramonas,

que quieren siempre ir en trenes,

y que alzan mucho las sienes

porque se juzgan personas;

las Melquiades y Rebecas,

las Amalias y Juanitas,

que unas son sucias y mecas

y otras se juzgan muñecas

y presumen de bonitas.

Las Romanas y Esperanzas,

las Anastasias famosas,

que son gurbias y muy lanzas

y parecen gatas mansas,

porque son muy labiosas;

todas, todas en montón,

sin poderlo remediar,

en llegando la ocasión,

calaveras del montón,

en la tumba han de parar.

Con información del Gobierno de México y Museo Nacional de Arte.

Con información del Gobierno de México y Museo Nacional de Arte.

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